Ser alemana me ayuda mucho en mi trabajo de organizadora personal. “Se sabe” que los alemanes somos organizados, ordenados y muy eficientes. Y también “se sabe” que somos aburridos, cuadrados e introvertidos. O sea, perfectos para el mundo del trabajo, pero poco aptos para ir de tapas. Y muchos españoles (y latinos) se ponen a si mismos en el otro lado del espectro. El “es que somos así” se vuelve la excusa perfecta para entregar proyectos con retraso, cancelar una cita a última hora y acumular cosas porque nunca se sabe. Y de tanto repetirte a ti mismo que no tienes la capacidad genética de la organización, tu productividad se desvanece y te confirma tu sospecha: para organizarse y ser más productivo habrá que esperar a que lleguen los avances de la ingeniería genética.
¿Las excepciones que confirman la norma?
Resulta que también en España hay personas que son organizadas y productivas. Hay aficionados al sistema GTD que cuentan como su estrés ha disminuido gracias a un sistema fiable de mantener los cabos sueltos bajo control. Existen libros escritos por españoles que te pueden ayudar a mejorar tu productividad y también puedes pedir el apoyo de profesionales de productividad españoles.
Por supuesto que hay la remota posibilidad de que todas estas personas hayan sido abducidas por extraterrestres para implantarles este gen. O quizás hay que investigar su árbol genealógico para detectar si descienden o tienen parientes alemanes o suizos. O tal vez la respuesta es más fácil: la organización es un hábito que se puede aprender.
El miedo al cambio sí es genético (casi)
Si hay evidencia de que los hábitos productivos se pueden aprender, ¿por qué hay tanta gente que se aferra a los genes? Resulta que es más fácil culpar una fuerza mayor que aceptar la responsabilidad de que a lo mejor yo debería cambiar algo en mi vida. La genética de mi impuntualidad en realidad se basa en el hecho que le doy 5 veces al “snooze” cuando suena el alarma por la mañana. La genética de los proyectos atrasados se debe a mi escritorio enterrado debajo de miles de papeles (o a la bandeja de entrada desbordada). Como todos ya están acostumbrados, es un riesgo intentar cambiarlo. ¿Y si no lo consigo? ¡Todos se reirán de mi!
Organiza tu entorno, cambia tus hábitos
El primer paso es siempre reconocer que sí que puedes cambiar. Que no es nada genético. No será fácil y tendrás que soportar algunos fracasos a lo largo de tu camino, pero introduciendo pequeños cambios en tu día a día puedes lograrlo. Deja el despertador al lado de la cafetera preparada. Cuando te levantes por las mañanas para apagarlo, enciende la cafetera para que el olor a café fresquito te ayude a empezar el día. Organiza tu escritorio de una forma que te facilite el trabajo en vez de agobiarte. Modifica tu entorno para que te ayude en tu búsqueda de una mayor productividad y prueba los diferentes sistemas que existen: GTD, omnifocus, caja de la productividad, etc. Encontrarás el sistema que más se ajusta a tus necesidades.
Te aseguro que podrás disminuir considerablemente el estrés mientras esperas que los científicos den con este gen.
—
Imagen: Revista Monitor Ambiental / flickr