Dormir con una caja fuerte pendiendo sobre la cabeza produce intranquilidad. Hacer pic-nic sobre las vías del tren genera desasosiego. Hacer puenting sobre un rio con cocodrilos… No, este ejemplo no vale; algunos lo practican y se caen. Habría que demandar a la Warner por habernos criado junto a Wile E. Coyote…
Porque nos acostumbramos a ver como se sobrevive a ataques con pianos de cola, para notar peligro lo tenemos que ver muy cerca, de frente y con letreros luminosos. En los 80, queridos jóvenes, no eras un niño decente si no te habían descalabrado al menos una vez. Si te quedaba una buena cicatriz eras respetable y sólo te superaba el niño que había lanzado la piedra, el mismo que fumaba, tenía revistas con señoras al natural y ahora es abogado, político o preso (depende del año y del tiempo libre). Efectivamente, era costumbre partirse la cara para defender un idea y así nos pasa: cuesta horrores creer en daños invisibles.
Ya de adultos descubrimos que algunos golpes no se ven, pero se notan a largo plazo. Es más que un feeling, es una incómoda sensación que puede degenerar en enfermedad y está basada en variables más tangibles que esotéricas: campos electromagnéticos, electricidad estática, componentes químicos… en la empresa Armonia Deco, especializados en combatir tóxicos en ambientes interiores y geopatías se hacen eco de las declaraciones del doctor Joaquim Fernández-Solá: “cada vez vemos más enfermedades asociadas a los factores ambientales y en los lugares donde estamos más horas, normalmente nuestra casa, donde hay corrientes de agua, aire, y ondas electromagnéticas… Hay una carga tóxica que va en aumento.”.
Cooliflowerense, si quieres conocer algunas alternativas ecológicas a productos industriales para esquivar golpes que no se ven echa un vistazo a este video de Ecologistas en Acción: