Un videojuego es una suma de muchas partes. Todas son importantes y necesarias. Si una falla, arrastra a todas las demás. Han de funcionar cómo aliadas entre sí. Existen títulos que potencian más unas características que otras, siendo en estos donde se experimenta con el equilibrio de la fórmula que da lugar a un videojuego. Tanto en aquellos donde los gráficos son el corazón del título, como en otros donde son un algo más, los gráficos SÍ importan.
Entiendo las voces que gritan que los gráficos no son importantes en un videojuego. Es un extremo, otro más en el que nos sumergimos al opinar de nuestro ocio favorito. Un odio que nace de valorar aspectos del juego como elementos independientes y de presentar títulos haciendo hincapié en su potencia gráfica y nada más. Los que vociferan que los gráficos no son importantes están pidiendo que se integren en el total y se traten como un brazo del cuerpo del juego, no como su alma entera.
Un videojuego no deja de ser una reinterpretación de la realidad, por parte de un autor, donde un jugador lee y disfruta de la obra de dicho autor. El que crea el contenido del cd, cartucho o amasijo de bits, necesita contar con el mayor número de herramientas posibles, y de calidad, para ser capaz de transmitir su idea.
Sin un gráfico fucker este tipo de artículos no acaba de quedar molón
El gráfico que adjunto es el cono del aprendizaje de Edgar Dale, que señala el impacto que queda en nosotros dos semanas después de haber presenciado un hecho. En este sentido queda patente la potencia del impacto de un videojuego en nuestro mente, al poder contar con ellos como una simulación de la vida real, o una presentación dramática. Notable es descubrir que un 50% de lo que tendemos a recordar es la suma de lo que vemos y escuchamos, si hablamos del aprendizaje pasivo ( lo que sería jugar a Metal Gear Solid 4 -ja-ja-), con un 30 % para el apartado visual.
Pese lo que nos pese, el impacto es menor si lo que presenciamos no instala un potente impacto en nuestro cerebro. Es la forma más sencilla de que retengamos algo sin jugarlo. Desde este punto de partida, nos llegan trailers como el que anuncia en nuevo Battlefield 4. Mucho más necesario una capacidad gráfica imponente si lo que se pretende es, ya no sólo representar fielmente, sino acentuar la crudeza e impacto de una guerra.
Acercarse lo más posible a la realidad, acentuarla, intentar causarnos un poderoso impacto; o el caso paralelo a éste: redefinir lo que nuestros ojos ven, reinterpretar y sorprender. Ambas opciones son gracias a las capacidades técnicas de las que hacen gala las nuevas máquinas. Un primer paso de exprimir las capacidades y su consiguiente respuesta de tomarse la consola como un lienzo donde poder crear maravillosas piezas visuales. Es por todo esto que los gráficos sí son importantes, y mucho. God of War no sería tan bruto sin ellos, las guerras no resultarían tan impactantes, Nathan Drake no conseguiría explorar parajes tan fascinantes, y tampoco habría un puñado de tíos que intentasen aportar alternativas visuales como Machinarium o los antes citados. La jugabilidad se vuelve más potente y el audio cobra auténtica fuerza. Puede que haya estudios que centren todos sus esfuerzos en enseñarnos, únicamente, cosas bonitas, pero ya vendrá otro que a eso le meterá un planteamiento jugable interesante. That´s evolution.