Yego lou gal gui ndi rir: "cuando no sabes algo, hablas". (Proverbio Wolof)
Ya no son tan habituales como en el pasado. Su actividad se va reduciendo a ceremonias de índole familiar, como bodas o bautizos, y a festividades populares. Hay quien se dirige a ellos como bardos, aunque creo que lo que mejor los define es el término juglar. Sus historias, cuentos, fábulas, bufonadas, crónicas o coplas, tanto cantadas como recitadas, se transmiten entre las diferentes generaciones familiares y hasta hace poco practicaban la endogamia, porque se casaban entre ellos.
De la oratoria han hecho un arte y sus narraciones constituyen la memoria comunitaria de las sociedades en las que viven. Es una práctica desarrollada mayoritariamente por hombres, aunque son muchas las mujeres que lo practican. Es propia de los pueblos que habitan las naciones de África Occidental (Mauritania, Senegal, Gambia, Malí, Guinea y Guinea-Bissau) compuesto por los wolof, serer, mossi, mandé, funbé, hausa, songhai, dagomba, árabes mauritanos y tukulóor. Es por lo tanto una tradición de pueblos y no de naciones.
Estos juglares africanos son auténticos oportunistas. Se presentan en grandes acontecimientos para cantar o recitar las bondades de los protagonistas. Hacen gala de una gran capacidad de improvisación y de una lengua afilada. Son expertos narradores de historias centenarias traspasadas de unos a otros por tradición oral. Aún así, son escuchados, respetados y dignos de aprecio porque transmiten los valores, la cultura y la tradición del lugar.
Los griots siempre se mostrarán orgullosos de su etnia y pocas veces hablarán mal de sus antepasados. Es habitual que estos trovadores se acompañen de instrumentos musicales como maracas, calabazas o de la Kora, en el caso de ser de etnia mandinga. Sus temas suelen ser recurrentes y gracias e ellos se ha ido escribiendo la Historia de los pueblos en los que habitan.