En definitiva: “Los guapos lo tienen todo más fácil”. Y cuidado que juegan limpio pero poseen una indiscutible ventaja, el efecto halo.
El efecto halo es un sesgo cognitivo según el cual cuando percibimos a una persona realizamos generalizaciones erróneas a partir de una sola característica o cualidad. El nombre de efecto halo fue acuñado en 1920 por Edward L. Thorndike en su artículo "El error constante en la calificación psicológica”. Es decir, si nos encontramos ante una persona extremadamente atractiva la juzgaremos además como simpática, buena persona, triunfadora, inteligente…
Es posible que antes de bajaros a ayudar a la muchacha en cuestión ya os hayáis imaginado a esa chica sonriendo agradecida por vuestra inestimable ayuda pero ¿y si en vez de eso la chica os mira con desprecio y os suelta una bordería?… cuesta creerlo ¿verdad?.
Se ha comprobado además que el rol del atractivo en la evocación del efecto halo no se detiene en rasgos de personalidad, sino que se extiende a la percepción que tenemos de la vida en general de esa persona, de su éxito, de su estatus socioeconómico… De ahí que nos cueste realmente creer que una persona físicamente espectacular pueda estar sin pareja o con alguien sin el mismo deslumbrante atractivo.
Algunos otros estudios han demostrado además que:
- Las personas atractivas tienen mayor facilidad para acceder a un puesto de liderazgo (pobre Rajoy).
- Son sentenciadas a condenas más pequeñas que las personas poco atractivas, incluso cuando han cometido exactamente el mismo crimen. Así mismo, el atractivo físico influye en la creencia de que la persona que es atractiva tiene más posibilidades de reinserción en el futuro.
- las mujeres somos influenciadas por el efecto halo solo con personas del género opuesto. Cuando se nos presenta a personas del mismo sexo, tendemos a evaluar negativamente el atractivo (chicas debemos intentar ser más objetivas en nuestros juicios, quizás la escultural pareja de tu exnovio no es la arpía, antipática, manipuladora e interesada que pensabais).
Este sesgo inconsciente plantea muchos problemas en algunos ámbitos como el judicial, en la selección de personal y sobre todo con los más vulnerables los niños y los adolescentes.
Algunos estudios han demostrado que los adolescentes atractivos son más propensos a recibir una retroalimentación social más positiva y esto afecta a su autoestima, ya que esta depende, en gran parte, de la aceptación y el aprecio recibido de los demás. La publicidad, ese universo oportunista que aprovecha al máximo cualquier efecto psicológico que le sirva para influenciarnos, explota al máximo este sesgo. Si un producto logra una imagen positiva entre los consumidores las marcas corren a asociarlo al resto de sus productos o a la misma marca para que de forma irracional generalicemos sus propiedades positivas.
Lamentablemente el efecto halo tiene su contrapartida, el “devil effect” por el que atribuimos cualidades negativas a las personas que ostentan una imagen descuidada o poco agraciada.