Revista Espiritualidad

Los hábitos se forjan como espada japonesa

Por Chocobuda

Los hábitos se forjan como espada japonesa

En mis años de artes marciales entrené Iaido, que es el conjunto de técnicas para desenfundar la espada y responder a un ataque.

Un día en el dojo, un compañero comenzó a entrenar con una katana muy hermosa. Se veía muy bien, sonaba bien… pero a los 20 minutos, luego de algunas repeticiones de suburi (corte vertical de arriba hacia abajo), la hoja de la espada se desprendió de la empuñadura, salió volando y golpeó en el hombro al practicante de enfrente. Por suerte la hoja no tenía filo y no hubo daños qué lamentar… a parte del susto y la sorpresa de todos.

Sensei miró la escena en silencio y cuando todo pasó, reprimió a gritos a mi compañero. Y la verdad es que no era para menos.

Luego de la clase, Sensei explicó que habían dos tipos de katana: la ornamental y la real.

La ornamental es la que uno puede encontrar en cualquier tienda de baratijas orientales. Son lindos artículos para colgar en la pared o poner sobre el escritorio de un ejecutivo. Son perfectas para impresionar a quien no tiene idea. Pero son espadas hechas de hierro colado en una planta industrial. Son frágiles y no resisten el entrenamiento en un dojo. Es fácil que la hoja se rompa en pedazos al chocar con una katana real, además de que ésta es muy corta y no abarca todo el interior de la empuñadura. Básicamente, las katana que venden en las tiendas chinas no sirven para nada.

Las katana de verdad están forjadas a golpes, con acero templado con las manos expertas de al menos 3 artesanos (video). Las mejores espadas necesitan hasta 500,000 golpes y toman al menos 6 meses de trabajo diario, atención a los detalles y mucha concentración. Estas armas se entonan, se afilan y se pulen para que sean durables, ligeras y que siempre estén listas para lo que sea.

Esto lo escribo porque los hábitos son justo como katana. Podemos intentar crear un hábito en 20 días, como dicen los blogueros de productividad… o podemos tomar el tiempo, el cariño y la atención para caminar por la ruta larga. Sin prisas y sin urgencia alguna.

Y es que una de las lecciones más grandes que la vida tiene para nosotros es que la naturaleza no lleva prisa alguna.

Piensa en nuestra Madre Tierra. Ella lleva 4.5 billones de años en cambio constante. Se inventa a sí misma todos los días. Se modifica constantemente y todo el tiempo está en busca de nuevas maneras de hacer las cosas y de responder a los estímulos que le rodean.

No hay ningún tipo de urgencia o emergencia. Hace lo que debe hacer en el tiempo que se requiera.  Los continentes tomaron millones de años en formarse. Los ríos tardan siglos en construir su cauce. Los árboles también se lo llevan muy tranquilos para generar bosques.

Si el orden natural de la vida es lento y lo sabemos, ¿entonces porqué los humanos tenemos tanta prisa?

Todo lo queremos aquí y ahora. Corremos para un lado y para el otro para poder lograr cosas, y así sentirnos importantes. Y si no obtenemos lo que deseamos, entramos en conflicto que nos lleva a la depresión.

Esto lo aplicamos para las relaciones personales, para el trabajo, para los estudios y hasta para la política.

Una y otra vez nos damos contra la pared porque nuestro ego olvidó que el ser humano es parte de la naturaleza, no es dueño de ella. Deseamos imponer nuestra urgencia ante el orden de la existencia, pero al universo le importa un comino.

Hemos construido una cultura que gira en torno a la recompensa inmediata, que es seductora y fácil… si estamos dispuestos a pagar el precio, que por lo regular es más alto de lo que creemos.

Compramos la píldora mágica para bajar de peso, vamos a la universidad que prometa menos años de instrucción, nos involucramos en relaciones que solo apuntalan el deseo y no el amor, y olvidamos la magia que es leer un libro sin monitos (ilustraciones). Tarde o temprano enfrentaremos el resultado de nuestra pereza y deseo por lo fácil.

Y cuando se trata de querer crear un nuevo hábito, esta búsqueda por lo fácil nos hará fallar sin remedio.

Por esa razón es que el mito de los propósitos de año nuevo me parece muy divertido. Los hacemos en la celebración del 1 de enero, para olvidarlos una semana después.

Si hay algo que aprendí en todos mis años de obesidad, es que no hay forma alguna de que un hábito quede instalado si buscamos la píldora mágica.

Los hábitos son como forjar una katana. Necesitan ir lento, a golpes, con vigor, pasando primero por fuego y caos, para luego enfriarse y ser una espada resistente y duradera; que nos ayude a mantener la paz.

Si en lugar de ir en contra de la naturaleza, la observamos y tomamos las lecciones que nos pone en nuestras narices, quizá sería posible lograr nuestros objetivos de año nuevo.

¿Qué tipo de katana serías?


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