Revista Cultura y Ocio

Los ilusionistas de la transgresión: Identidad gay y marginalidad en las autobiografías de Salvador Novo y Reinaldo Arenas

Por Agora

Los ilusionistas de la transgresión: identidad gay y marginalidad en las autobiografías de Salvador Novo y Reinaldo Arenas

Las autobiografías del mexicano Salvador Novo (ciudad de México, 1904-1974) y el cubano Reinaldo Arenas (Holguín, 1943-Nueva York, 1990) son obras seminales de la autobiografía gay latinoamericana. “La estatua de sal” (1998), de Novo, y “Antes que anochezca” (1990), de Arenas, son esenciales para entender la constante (re)construcción y (re)visión de la identidad gay en Latinoamérica, y cómo la marginalidad ha sido, independientemente del contexto particular del autor, una situación compartida por aquellos escritores que incluso hasta finales del siglo XX han evidenciado su homosexualidad a través de las letras, en particular mediante el género memorialístico. Es precisamente desde la marginalidad y mediante una trasgresión llevada hasta las últimas consecuencias que Novo y Arenas perfilan, y acaso exaltan y reivindican de forma inédita en Latinoamérica, un modo de vida gay en un entorno adverso, machista, autoritario.

Ambos escritores representan dos generaciones y momentos históricos diferentes (casi empalmados), dos marginalidades opuestas, dos estilos literarios particularísimos. Convergen en la posesión de un talento ingente e innegable, un espíritu aventurero, osado, y, también, un tormentoso sentimiento de culpa (“pecado”) ligado a un erotismo “distinto”. Ambos fueron víctimas y artífices de esa condición de outsider; hablaron sin ambages sobre su “diferencia” y tuvieron que asumir consecuencias terribles: Arenas una persecución cruel e interminable del régimen castrista en Cuba que lo convirtió en un marginal constante y desilusionado que se suicidó aquejado por el sida; Novo fue un personaje solitario que poco a poco transformó su famosa y aguda ironía en una acidez que incluso corroyó al personaje que creó de sí mismo, uno que terminó embebido por el establishment. Novo, como dijo su discípulo, el ensayista mexicano Carlos Monsiváis, es lo marginal en el centro; Arenas es lo marginal que permanece en los bordes.

Ambos textos se publicaron en los 90; pero su concepción es anterior. Novo, pionero indiscutible de la biografía gay en Latinoamérica, termina en 1945 la escritura de “La estatua de sal”; aunque no es hasta 1998 cuando se edita, después de más de medio siglo: en su época, y mucho más tarde, nadie se atrevió a sacar a la luz aquellas páginas desestabilizadoras que “desnudan” encuentros sexuales entre hombres de una forma directa, sin el disfraz de la ficción: penes erectos que se encuentran y penetran; besos entre labios masculinos. “Antes que anochezca” se publicó en 1990, el mismo año en que su autor, deteriorado y “sin atractivo”, decide acabar con su vida: para él no tiene sentido seguir sin la sazón de la conquista. Arenas escribió sus memorias entre 1987, cuando se le diagnostica como seropositivo, y 1990. La mayor parte de la narración refiere a aquella Cuba que el escritor disfrutó, retó, amó y padeció en cantidades desaforadas, como su sexualidad isleña: hasta 1968, según él mismo, había tenido relaciones sexuales con 5 mil hombres en la calle, la playa, el mar, albercas, baños... El placer no tenía territorio ni límites.

En el prólogo de La estatua de sal que editó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el órgano oficial que administra la actividad cultural en México, Carlos Monsiváis afirma: “Subrayo lo evidente: hay que ubicar en su momento el desafío de ‘La estatua de sal’, y no desde las jactancias de una postmodernidad informada de Stonewall, ACT-UP, Queer Studies […] En 1945, escribir (con la intención evidente de su publicación algún día) la memoria de la lujuria diferente, es un acto de valentía”. “Antes que anochezca” es también un hito en la literatura autobiográfica latinoamericana. Francisco Soto resalta en “Queer parody and intertextuality: A postmodern reading of Reinaldo Arenas’s El Cometa Halley”: “It marks an important milestone within Latin American letters for it is the first openly homosexual autobiography ever published in an area of the world traditionally know for its machismo and homophobia. Although ground breaking in its literary, historical, social, and cultural dimensions”. Arenas es el pionero formal, Novo el informal: aquí se invierten los papeles: el primero es el centro y el otro el marginal.

Arenas no sólo enfrentó al estatus con una vida trasgresora, sino que pobló su literatura con personajes gay: su disidencia, arriesgada, cínica y valerosa, fue absoluta y de ahí la virulencia con que padeció la censura y la persecución. Novo también hizo de su existencia un cuestionamiento y replanteamiento irónico de la “normalidad”: su poesía erótica y amorosa es destacable e igualmente infractora y, a diferencia de Arenas, el mexicano, a costa de sí mismo y de su obra, penetró apoyado en su admirable inteligencia al centro mismo del poder. Asimismo, hizo de sus andanzas materia literaria: la saga de “La vida en México en el periodo presidencial de…” Lázaro Cárdenas hasta Luis Echeverría (siete presidentes, 42 años) retratan desde una mirada única su propio devenir y el de un país, en especial de la alta sociedad, los poderosos y la vida intelectual de México.

Antes que anochezca y la excepcional biografía Salvador Novo. Lo marginal en el centro, de Monsiváis, incluyen fotografías. Es particularmente ilustrativo ver, por un lado, a un Novo maquillado, altivo y con un anillo enorme en la mano durante un encuentro del presidente con intelectuales en la Cámara de Diputados de México, en 1967, y, por el otro, encontrar a Arenas siempre con ropa sencilla, en ambientes modestos, dentro y fuera de Cuba, y, al final, carcomido por el sida en medio de unas puertas de madera y con esa perenne vestimenta simple. Son dos vidas diferentes que comparten un periplo emotivo y trasgresor. Sus estilos literarios también divergen: Novo fue el dueño de la “prosa perfecta”, pulcra, impecable; Arenas de una escritura lúdica, rebosante, alegórica.

Leer las autobiografías de estos escritores es una empresa muy entretenida y sorprendente. Ambos diseñaron una vida fuera de serie. Pero también es una peculiar puerta de acceso a una época y sus protagonistas. En las memorias del autor de “El mundo alucinante” (1969) y “Celestino antes del alba” (1967) desfilan un Fidel Castro casi inhumano y atroz, la contradictoria Revolución Cubana, el mítico y empobrecido ambiente rural isleño, pilares de la vida cultural cubana: Virgilio Piñera, José Lezama Lima, Cintio Vitier, y de Latinoamérica: Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez. El retrato de estos per-sonajes es benevolente o maléfico. Aquí el lector no tiene la más mínima posibilidad de permanecer indiferente.

Mientras que en el texto de Novo, dramaturgo apasionado, cronista cautivador y autor de los poemarios Nuevo amor (1933) y Dueño mío. Cuatro sonetos inéditos (1944), bulle la Revolución Mexicana con Pancho Villa, Emiliano Zapata y Francisco Madero, aparece la incipiente amistad con otro outsider genial: Xavier Villaurrutia (incipiente porque la narración sólo abarca los primeros 20 años en la vida de Novo; ambos fueron amigos casi hasta su muerte), aparece la adorada ciudad de México del autor (promesa de libertad, audacia, conocimiento), escenas de un México revolucionario convulso y vital (en el norte y en la capital, sitios donde vivió Novo).

A pesar de tratarse de existencias tan disímiles, en las autobiografías se encuentran rasgos comunes: ese sentido trasgresor; una relación cercana y compleja con la madre y, en general, las mujeres de la casa, muy especialmente la abuela; un enfrentamiento constante con la marginalidad; un contexto social homófono, violento, en transición; una habilidad literaria reconocida y una sexualidad rebosante que convive con un sentimiento de culpa o “pecado” por esa condición de ser “diferente”. Arenas y Novo decidieron vivir su sexualidad distinta en un ambiente adverso, lo consiguieron y lo disfrutaron/padecieron; pero no pudieron apartarse del todo de esta idea de que, en el fondo, algo estaba mal. No obstante, la metamorfosis estaba en marcha; no nada más la transformación individual de los autores, para quienes salir del clóset representó una postura ante la vida, una, por cierto, nada sencilla en la época en que vivieron; sino una metamorfosis, en muchos sentidos impulsada por ellos (y otros autores como Villaurrutia, Carlos Pellicer, Elías Nandino) en la manera en que la propia cultura, literatura e identidad gay en Latinoamérica se concebían y cambiaban. Su transformación personal sería motor de un cambio más profundo y amplio: el de una sociedad enfrentada al reto de reconocer, pensar y convivir con menos hipocresía con “lo distinto”.

Una palabra aparece poco aunque de una manera arrolladora en ambas memorias: libertad. Porque es precisamente lo que anhelan ambos autores. La libertad no sólo de ser, sino de poder hacer sin obstáculos. Pese a ese sentimiento de culpa que llegan a experimentar, tienen claro que la marginación, cesura y persecución (en especial en el caso de Arenas) no es una situación “normal” ni mucho menos entendible. Y ellos mismos se ponen como carne de cañón para defender y lograr esa libertad. Una que, en el caso de Novo, llegó a ser materializada en aquella ciudad de México ingente a la que amó, y en Arenas en aquellas tierras rurales empobrecidas y anárquicas. La sexualidad también era un terreno para defenderla: la de elegir y gozar el objeto del deseo, aunque fuese tras puertas clausuradas y aun a costa de la propia integridad. Sus desafíos deambulaban entre la plenitud y el vacío. Al final los escritores se liberaron, a costa de sí mismos: sus autobiografías se publicaron póstumamente, una vez que su vida-resistencia había concluido.

Novo y Arenas murieron siendo, por así decir, unos marginales en libertad. Lo consiguieron con letras “triunfalistas”, aunque también desgarradoras. Monsiváis aseguró que “en México, con Novo empieza de modo ostensible la sensibilidad gay”. Entonces, la identidad gay latinoamericana ha abrevado, consciente o inconscientemente, de estas vidas que quedan como materia de reflexión y acaso guía para cuestionar un sistema que aún es machista, opresor, manipulador.

 

Omar G. Villegas


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