La supervivencia de la especie humana. No ha sido una tarea fácil. Tras millones de años de evolución. Por fin estamos preparados para superar todos los peligros y problemas que nos encontramos en el mundo cuando nacemos. Los instintos humanos naturales, son aquellos comportamientos que tenemos marcados por las experiencias que han vivido nuestros antepasados. Estas necesidades que ellos han registrado durante millones de años, se ha ido almacenando en nuestro código genético. Para mejorar las cualidades que nos hacen sobrevivir en nuestro entorno. Aunque muchos de ellos no los necesitemos ahora. Es muy interesante conocerlos y saber como eramos antes del proceso de evolución.
Instintos y reflejos.
En anteriores artículos, hemos hablado sobre los instintos más importantes que consiguen que podamos vivir durante los primeros días. Pero no son los únicos que tenemos. También tenemos algunos reflejos, que nos hacen la vida más fácil y que vamos equilibrando con el paso del tiempo. Hoy vamos a ver algunos de éstos instintos y reflejos en los bebés y los niños pequeños.
Reflejo de la espina dorsal.
Es otro de los instintos que nos examinarán al nacimiento. Con el fin de conocer si el cerebro está funcionando de forma correcta desde el momento del nacimiento. Consiste en sujetar al bebé boca-abajo y sujeto por la barriga. Luego pasamos suavemente nuestro dedo por la espalda del bebé. Exactamente muy cerca de la espina dorsal. Ante este estimulo, el bebé intentará girarse para ponerse boca-arriba, girándose por el lado por el que le hemos tocado.
En un principio, hay muchas dudas sobre lo útil que nos puede resultar tener éste reflejo. Y aunque no a ciencia cierta. Se cree que es un instinto necesario para el nacimiento. Ya que ayudaría en los movimientos necesarios que tiene que realizar el bebé en el momento del parto para hacerlo más sencillo.
El instinto ante el agua.
Durante 9 meses los bebés están en el vientre materno en un hábitat acuático. Lo que hace que sintamos una conexión muy especial con el agua. Así por ejemplo, siempre nos resultará un elemento muy relajante. Y parte del motivo son los 9 meses que pasamos escuchando sonidos acuáticos.
Pero aun hay más. Los bebés recién nacidos y durante unas cuantas semanas. Tendrán un instinto natural ante el agua. Lo podemos dividir en dos partes.
Cuando la cara del bebé entra en contacto con el agua, automáticamente, se nos cierra la laringe, impidiendo que el agua pueda entrar en nuestro sistema respiratorio. Aunque esto lo podrán aguantar durante muy poco tiempo. Debido al tamaño e inmadurez de los pulmones de los niños.
Además si dejamos caer al niño recién nacido en una piscina. Observaremos, como lo primero que hace es aguantar la respiración según acabamos de describir en el punto anterior. Pero también curiosamente irá saliendo hacia la superficie sin ningún esfuerzo. Es el instinto de flotación.
Instinto acústico.
Es uno de los que tenemos destinados a la seguridad. Según la necesitábamos cientos y miles de años atrás. Al escuchar un sonido por encima de la intensidad que estamos acostumbrados a escuchar. Se nos activa un músculo en el cuello, haciendo que giremos la cabeza hacia el sonido fuerte. Los sonidos fuertes y bruscos, pueden ser el preludio de algo que viene a por nosotros. Con lo que giramos rápidamente para poder salvar el problema.
Reflejo de la vista.
Aunque no es de vital importancia. En los ojos, podemos encontrar otro tipo de reflejo automático. Consistirá en abrir o cerrar la pupila, en función de la luz que tengamos a nuestro alrededor. Consiguiendo una mejor visión según las circunstancias que estemos. Es algo que va graduándose en las primeras semanas de vida. Y nos durará el resto de nuestras vidas.