Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.
Anónimos con causa, valientes sin rostro, maestros no reconocidos, creativos silenciosos, agradecidos ignorados, rebeldes de humildad, bizarros sin esfuerzo, vividores empedernidos, iluminados no ilustrados, sabios olvidados, guerreros compasivos, artistas sin público, soñadores en vigilia, imperfectos perfectos, letrados por voluntad, virtuosos sin miedo, activistas involuntarios, magos sin varita, donantes de espíritu, pacíficos en la barbarie, adictos a la vida, héroes sin batalla, libertarios de la libertad, custodios de la belleza, dibujantes de sueños, caminantes con alas, solidarios sin cascabel, transformistas de la realidad, eruditos sin certezas, ricos sin dinero,…
Los Justos de Borges actúan en silencio, sin hacer ruido. No hay alardes, ni altruismos impostados. Sencillamente, los Justos equilibran el mundo por la forma en que viven sus propias vidas.
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