Los martes de agosto, muestra de vampirismo autóctono en el Centro Cultural Borges 06/08/2013
Posted by María Bertoni in Cine.trackback
Las cúpulas de iglesias, palacetes, petits-hotels, los puentecitos aéreos que preservan a los peatones del tránsito vehicular, los pasillos de viejos conventillos, las calles adoquinadas que la administración PRO todavía no asfaltó conforman el retrato de una Buenos Aires gótica, y por lo tanto hábitat y coto de caza atractivos para los vampiros asqueados del provincialismo de Louisiana o Arizona. La sorpresa -y porqué no morbo- que provoca este atípico fresco porteño habrán inspirado en la gente del Centro Cultural Borges la ocurrencia de proyectar Las amigas de Paulo Pécora y El nombre de los seres de Goyo Anchou cada martes de agosto.
La primera película es un mediometraje; la segunda, un corto telonero (con perdón de la metáfora musical). El combo tiene orígenes baficianos (Pécora proyectó su trabajo en la sección ‘Vanguardia y Género’ de la 15ª edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente) y nobles propósitos promocionales: mientras El nombre de los seres se presenta en sociedad por primera vez, Las amigas hace una segunda aparición breve antes de su estreno oficial previsto para octubre en el Centro Cultural de la Cooperación.
Natalia Festa, Mónica Lairana, Gladys Lizarazu y Ana Utrero personifican a las criaturas inmortales cuyo vínculo admite la definición irónica de amistad. En contra de cierta tradición vampírica, las protagonistas deambulan a plena luz del día, carecen de colmillos especialmente grandes y/o filosos, y distan de poseer la belleza hierática que Catherine Deneuve encarnó en El ansia. En cambio sí se muestran ávidas de sangre, carne y sexo en tanto típicos ejemplares de la legendaria especie predadora de seres humanos.
Las imágenes en blanco y negro y con apariencia deteriorada (gracias a la incorporación de pelitos, manchas, rayas) contribuyen a la sensación de que Las amigas es un acto de rebeldía en términos estéticos y narrativos, una suerte de manifiesto en repudio al merchandising vampírico que impusieron éxitos masivos made in USA como True blood y Crepúsculo.
Desde este punto de vista, la del Centro Cultural Recoleta es una propuesta imperdible para fanáticos del género. Sobre todo para quienes sepan apreciar una aproximación el cine gore, libre de la verborragia y demás taras de los chupasangres foráneos, glamorosos, serializados que hace años copan nuestras pantallas chicas y grandes, sin siquiera sospechar el atractivo de un hábitat y coto de caza únicos como nuestra Ciudad de Buenos Aires.