Por URBANO (con el corazón auriazul en la mano)
Tal vez debería estar deprimido y, futbolísticamente hablando, lo estoy.
El tiempo cura heridas y ayuda a la resignación. Lo que no mata, fortalece.
Habría una enorme cantidad más de justificativos para tratar de armar coraje y dar la cara para enfrentar esta dura realidad de jugar un campeonato de ascenso.
No voy a hacer predicciones y revolver en la historia grande del fútbol argentino para justificar este paso ignominioso desde donde se lo mire.
Central está en la B y buscará por cuarta vez en su historia salir de esa incómoda situación, que vaya a saber por que designios de la vida nos castiga en un buen momento institucional, mucho más comparada con la situación de muchos otros clubes del fútbol argentino.
Por que más allá de los que hablan de los resultados deportivos son los que mandan, deberían conocer algunos detalles internos de esta gran institución.
Para ello basta solo con conocer el patrimonio de instalaciones, cultural y deportivo de Rosario Central. Nuestros predios, la cantidad de deportes que se practican y la situación (en la tabla de posiciones) de nuestra cantera futbolística.
Todos hablan de una gran crisis que derivó en las elecciones anticipadas y la asunción de nuevas autoridades. Del fracaso del fútbol profesional, de los errores dirigenciales en esa materia y de los técnicos y jugadores que fueron protagonistas.
Pero nadie habla del proceso que desembocó en esta nueva gestión y la situación patrimonial de Central. Que tenemos 3.000 socios más que antes del descenso y que ya superamos los 50.000. ¿Cuantos clubes tienen más de 50.000 socios en la Argentina?
Estamos enteros ¿y saben por qué?
Por que mal que les pese a muchos los Canayas somos, básicamente, hinchas de nosotros mismos.
No necesitamos ídolos deportivos, aunque tengamos muchos, para sacar pecho.
Ese, lo tenemos inflado de calor y orgullo por cada uno de nuestros pares, cada hincha de Central es un ídolo para nosotros, nos recreamos minuto a minuto con esa gente que se veía en Sudáfrica con nuestras camisetas y banderas, o en el partido de tenis contra Rusia o donde sea, porque siempre, siempre, vaya donde vaya por el mundo, hay un Canaya luciendo orgulloso su camiseta. Y no nos importa haber descendido o ser campeones, nuestro mayor capital somos nosotros mismos, y agachando la cabeza como corresponde, vamos por la gloria perdida en el fútbol.
Por que en todos los aspectos estamos orgullosos de pertenecer a esta raza “Forjadora de Campeones”, esa a la pertenecen grandes estrellas del fútbol, el arte, la política o simplemente vos y yo, Canayas de corazón.