Al hilo de los últimos posts que hemos publicado sobre URBACT Markets, os dejo una interesante serie de artículos sobre los mercados de Barcelona.
Es interesante leer y reflexionar sobre lo que implica este modelo económico, social, gastronómico y el modo de vida vinculado al mismo. Después de haber vivido en el último año en Noruega y en Estados Unidos, se me hace más evidente el valor de este modelo así como las numerosas implicaciones personales, sociales y medioambientales que tiene en nuestra vida diaria y a escala urbana.
Os dejo con un extracto del artículo Mercados e identidad alimentaria, escrito por Manuel Guàrdia de la Universitat Politècnica de Catalunya:
Los mercados han sido elementos generadores de la ciudad europea y articuladores fundamentales de la vida urbana, puntos de conexión entre el mundo rural y el mundo urbano, espacios fundamentales de sociabilidad, intercambio y negociación. Han sido y siguen siendo, en definitiva, exponentes de las lógicas de la proximidad, que han estructurado históricamente los valores básicos de la cultura urbana. La sentencia –atribuida a Josep Pla–, “la gastronomía es el paisaje puesto en la cazuela”, pone de manifiesto cómo se construyó la cocina tradicional sobre las lógicas de la proximidad porque, en efecto, en los pueblos y las ciudades, la fusión entre cocina y paisaje se hacía a través de los mercados semanales, que eran el punto de confluencia de los productos del entorno rural inmediato.
Las transformaciones de las ciudades desde el siglo XIX significaron una profunda renovación de los mercados tradicionales. Eran una respuesta al crecimiento explosivo de las ciudades, a los nuevos requerimientos culturales y a la necesidad de contención de los precios de los consumos básicos para asegurar la paz social y el buen funcionamiento económico. A menudo las renovaciones surgieron como respuesta inmediata a los disturbios provocados por las crisis de subsistencia de unas clases populares urbanas en crecimiento. Las nuevas construcciones intentaban confinar en espacios cerrados, cubiertos y bien organizados, unas actividades que hasta entonces habían invadido desordenadamente las plazas y las calles.
Desde el punto de vista de la cultura del consumo, el mercado cubierto significó una “transición” entre la plaza al aire libre, auténtico corazón de la ciudad preindustrial, y los centros comerciales modernos. Desde un punto de vista arquitectónico, los espaciosos “paraguas de hierro” del siglo XIX, con sus paradas fijas y ordenadas, son el eslabón entre los toldos y las mesas desmontables a la intemperie y la exposición seriada del supermercado moderno.
En las siguientes páginas nos proponemos revisar la evolución de esta tradición comercial y alimentaria. Manuel Guàrdia y Marçal Tarragó sostienen que la cristalización de la cocina catalana y mediterránea ha ido de la mano de la consolidación de nuestro modelo de mercado. La periodista Trinitat Gilbert y la cocinera Ada Parellada, por su parte, describen sus valores: la preferencia por los productos de proximidad, frescos y saludables; la relación de confianza que se establece con el paradista; la constitución del mercado como eje central del barrio, punto de encuentro y socialización, sobre todo para la gente mayor; el fomento de unos hábitos alimentarios saludables. Finalmente, Joan de Déu Domènech, historiador, escritor y gastrónomo, aventura un examen prospectivo con unas gotas de escepticismo.(…)
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