Revista Cine
Si algo bueno tuvo el inicio de la saga de Los Mercenarios en 2010 es que sirvió para que todas esas figuras del cine de acción de los 80 y 90, que cada vez tenían menos presencia en proyectos de relevancia, dieran un golpe en la mesa y reclamaran su pedacito del pastel. Desconozco si un hecho está relacionado con otro, pero la realidad es que en los últimos años cada vez es más habitual ver actores que sobrepasan los cincuenta o los sesenta protagonizando cintas de acción.
Barney Ross (Sylvester Stallone) y sus chicos vuelven a la carga en una tercera entrega en la que se enfrentarán contra un temible oponente, Stonebanks (Mel Gibson), quien, en el pasado fue el fundador del grupo de Los Mercenariosjunto a Barney.
Lo que me sugiere esta tercera entrega de esta saga podría resumirla en una frase: mucho ruido y pocas nueces. Es cierto que así podríamos definir la saga en su totalidad pero en esta tercera entrega lo único que hay es demasiado ruido y cada vez menos nueces.
En primer lugar, la inclusión de un puñado de actores bastante más jóvenes que la mayoría de los que hemos visto en las anteriores películas no beneficia nada a la cinta. Precisamente, la gracia de esta saga es ver a los de siempre, no a jovenzuelos que por mucho que lo intenten jamás tendrán el mismo carisma que gente como Sylvester Stallone o Arnold Schwarzenegger. Gran parte de la película se dedica a “presentar” a los nuevos mercenarios y esa parte central es tremendamente aburrida. Yo no sé si es que se han quedado ya sin ideas o es que ya no hay más viejas glorias a las que rescatar de las garras del olvido, pero creo que con esta inclusión de sangre joven en el grupo lo único que han conseguido es renunciar a la idiosincrasia de esta saga.
Que nadie me malinterprete, la saga de Los Mercenarios no es ninguna maravilla pero las películas anteriores eran un despiporre de testosterona en el que te lo pasabas pipa viendo como figuras del cine de machos más rancio de los últimos treinta años peleaban entre sí. Volvemos a lo mismo, será la tan nombrada nostalgia falaz y pordiosera pero una película, cómo pasó con la segunda entrega, que reúne a gente como Dolph Lundgren, Jean-Claude Van Damme o Chuck Norris, cuenta con mi interés sí o sí pero una película que pone en el ruedo a gente como Kellan Lutz, con todos mis respetos, poco o nada me interesa.
En el lado positivo están las nuevas-viejas incorporaciones. Mel Gibson da vida al antagonista principal y la verdad es que da el pego, Harrison Ford es un agente del Gobierno, con bastante mala leche, que protagonizará alguna de las pocas escenas medianamente decentes y Wesley Snipes, aunque muy desaprovechado, nos ofrece unos momentos bastante cachondos al hacer referencia a sus problemas con la justicia. Pero si hay que hablar de momentos cachondos, hay que hablar de Antonio Banderas. El español es, sin duda, lo mejor de la película. Cada una de las escenas que protagoniza son graciosas (lo de cantarle “El Novio de la Muerte” a Stallone no tiene nombre) y recuerdan porque nos lo pasamos tan bien en la anterior entrega. Creo que Banderas es el único acierto de este film y espero que, si hay cuarta entrega, sigan contando con él.
¿La recomiendo? Pues con muchas reservas. No es una bazofia con mayúsculas ni un bodrio de los que parecen insultar la inteligencia del espectador pero, la verdad, es que es bastante aburrida y eso es un lujo que una película de acción, tan limitada como esta, no puede permitirse.