La novela gótica se desarrolló principalmente a finales del siglo XVIII y principios del XIX como reacción al encorsetamiento y racionalismo neoclásico. En lengua inglesa el autor que inauguró el género fue Horace Walpole y su novela El castillo de Otranto. Aventajada seguidora de Walpole sería Ann Radcliffe, muy popular en su tiempo con obras como El romance del bosque, Los misterios de Udolfo o El italiano.
Las novelas góticas, que reciben este nombre por la arquitectura de este estilo, se sustenta básicamente en unas características estereotípicas entre las que se encuentran el tener como protagonista a una joven, bella, virtuosa e inocente, con frecuencia huérfana para acentuar su desamparo, y a la que suceden incontables sucesos fantásticos y sobrenaturales; el contar con un villano muy maligno y un joven bondadoso y de corazón del que la heroína está enamorada; el desarrollarse en un tiempo pretérito y en una ambientación que tiene como escenarios emblemáticos los monasterios y castillos que recuerdan las ruinas medievales cubiertas de hiedras, bañadas por la luz de la luna, misteriosas y umbrías,... situados normalmente en países católicos del sur de Europa con, altas, escarpadas y sinuosas montañas. Y en Los misterios de Udolfo- no podía ser de otro modo- se pueden encontrar todos estos elementos. El imaginario de muchas muchachas, y otros muchos lectores, se vieron inflamadas en aquellos años por lecturas como Los misterios de Udolfo. Catherine Morland, por ejemplo, protagonista de La abadía de Northanger, de Jane Austen, llega a confundir ficción y realidad en su primera salida fuera del hogar familiar influida por tal lectura, perniciosa a decir de algunos. El monje, de Lewis, que también se menciona en La abadía de Northanger, es una novela más dura, más explícita y escandalosa, llena de perversiones, magia, diablos y tortura y más cercana al horror que al misterio y suspense de Los misterios de Udolfo; de hecho, el único personaje de la novela que lo ha leído es, John Thorpe, uno de los pseudo-villanos de esta historia, por otra parte, ligera y jocosa de Austen. Sea como fuere, esta alusión paródica de Austen es uno de los factores que hace que Los misterios de Udolfo mantenga su popularidad en nuestros días. La novela de Radcliffe, la extensa novela de Radcliffe en cuatro volúmenes, fue publicada en 1794 y la autora cobró la nada desdeñable suma por aquel entonces de 500 libras. Emily St. Aubert es la heroína de esta historia. Pronto se queda huérfana tanto de padre como de madre y ha de ir a vivir con su tía, madame Cheron, muy alejada en gustos y sensibilidad de su sobrina, a la que muestra muy poco afecto. Emily debe, por tanto, alejarse de Valancourt, el joven amante de la naturaleza del que está enamorada y al que conoció en un viaje que había realizado con su padre desde Gascuña, en el sur de Francia, cruzando los Pirineos hasta el Rosellón, en Cataluña. Su tía no tarda en casarse con Montoni, un noble italiano que desea casar a Emily con el Conde Morano. Montoni acaba llevando a Emily y a su esposa a su remoto castillo de Udolpho. Ahí comenzarán los tormentos y temores de Emily y de su tía, que ha de sufrir la violencia de Montoni. Todo se complica además con un misterio por resolver, el de un extraño visitante que recorre los oscuros y largos pasadizos del castillo. Los misterios de Udolfo es una novela escrita con habilidad pero que se aleja un tanto- casi podría decirse que mucho- de los gustos actuales. Situaciones que en su momento pudieron llevar al horror y al espanto en una noche de lectura junto a la vaga luz de una vela nos pueden producir ahora cierto sonrojo ante la nadería o una media sonrisa. No quisiera con esto despreciar la novela, nada más lejos de mi intención. La he leído y, aunque puede hacerse excesivamente lenta en algunos pasajes, las horas dedicadas a su lectura han valido la pena, sobre todo por las bellas y vívidas descripciones. Tan solo pretendo advertir al lector moderno que se anime a leerla que ha de procurar hacerlo teniendo en cuenta su época y, por encima de todo, valorando su aporte original en la creación de un estilo y un género. Teniendo esto en consideración, y disponiendo el lector o lectora de unas horas para las más de 700 páginas, desde luego animo a su lectura. ¡Gracias por compartir!