Ilustración que recrea el nacimiento del Hombre de Paja
Esquivo mortal, que nunca se deja ver por todos los presentes. Quienes lo invocan dicen que son otros los que lo han visto y quienes se supone que lo han visto pretenden no haberlo hecho o no son capaces de identificarlo. Así transita el Hombre de Paja por la mitología de la argumentación, como personaje protagonista y despreciado. No es que sea tratado injustamente, ni que cargue culpas que no son suyas. Ocurre que su existencia se va formando a medida que es creado por la acumulación de características, siempre negativas, que se le atribuyen. No puede existir de otra manera. Afirmado por quien lo desprecia y negado por quien lo podría defender.
No es un chivo expiatorio, personaje que existe antes de ser colmado de culpas, y que puede ser redimido cuando se pruebe su inocencia. Acaso no pase nunca, pero tiene esa esperanza que se le niega al Hombre de Paja, que dejaría de existir si llega ese caso.
No es un comedor de pecados, que se gana la vida tragándose miserias ajenas y que puede ser algún día trasladar sus males a otro.
No es un héroe que muere por librar de su carga a los demás.
Es un personaje inútil, que solo carga la estupidez de quien lo crea.
Es el Hombre de Paja.
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Hace cinco años en el blog: Stuart Mill y la España de Carlos III.
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