En el reino de lo esotéricamente escalofriante también tienen los japoneses las leyendas más terroríficas. En el Inframundo japonés moran infinidades de almas en pena encerradas en prisiones eternas o condenadas a vagar por siempre, sin alivio para su sufrimiento como castigo a la obra de su vida.
Los espíritus que en vida fueron avaros, egoístas, fieles a sus más bajos instintos, sin preocuparse del daño que pudiesen ocasionar sus actos son transfigurados luego de la muerte en Gakis y han sido condenados a pasar la eternidad tratando de satisfacer su hambre insaciable, apaciguada únicamente comiendo la carne de los cuerpos humanos en descomposición, las heces de los animales o bebiendo la sangre de los cadáveres.
Su su aspecto es tan repugnante como las acciones que se sacian su apetito. Son representados con grandes estómagos hinchados que dan la impresión de estar a punto de explotar, mugrientas garras en los pies,podridos colmillos y jorobas para completar el aspecto terrorífico de estas almas del inframundo japonés, habitantes de Reino espiritual denominado Gaki-Do que se traduce como reino de los muertos hambrientos.
También condenados a vagar sin rumbo, esclavos de
su sufrimiento están los Yurei. Los Yurei en cambio son fantasmas afligidos que deambulan penando por algún hecho que les ocurrió como no tener una ceremonia funeraria apropiada, ser asesinados trágicamente o haberse quitado la propia vida.Merodean cerca del lugar donde fallecieron y según la leyenda aparecen a las 2 de la madrugada para asustar a los vivos pero sin causar daño físico alguno.Apartados de una vida pacífica luego de la muerte son generalmente espíritus femeninos, vestidos con kimonos funerarios blancos abrochados al revés, envueltos en quejidos y lamentos fantasmales. Más allá de ello el rasgo más escalofriante sobre su apariencia es que no tienen pies ni piernas y aparecen escoltados por dos fuegos fatuos.
Estas almas en pena del reino de los muertos japoneses son condenadas cada una en su propia prisión de hambre insaciable o llanto eterno, su visión asusta y hiela la sangre de los humanos que son sorprendidos por ellas y temen de sus fatídicamente oscuros propósitos.