Riesgos coyunturales.
En la vida pueden producirse situaciones anteriormente no existentes que emergen poniendo en riesgo a quien apenas lo tenía. Con un carácter accidental, eventos puede cambiar y alterar gravemente el entorno de un niño hasta poner en peligro su integridad y su futuro. Y, en todo caso, se deben tener en cuenta ciertos períodos de la vida del niño, especialmente la adolescencia en los que las situaciones pueden desencadenarse o agravarse.
Las catástrofes. No siempre van a ser “las mujeres y los niños, primero” y lamentablemente en situaciones catastróficas, naturales como terremotos, “sunami”, inundaciones o incendios, o las originadas por el hombre como las guerras, el sufrimiento de los niños es inicial y evidente. Sin tener que remontarse a la historia, plagada de acontecimientos lamentablemente luctuosos, en lo que llevamos de siglo XXI se han sucedido los suficientes—más de 1000 según algunos recuentos—como para ofrecernos una espantoso panorama de situaciones indeseables de las que los niños han sido víctimas. Cualquier revisión más o menos superficial de las hemerotecas nos traerán a la memoria varios de ellos. En la Internet es fácil encontrar listados anuales de catástrofes y recuentos de víctimas.
La pérdida de vidas humanas es muy lamentable pero casi nunca se cuentan las víctimas secundarias en forma de orfandad, pobreza extrema, marginación o enfermedad que plagan las destrozadas vidas de los supervivientes.
Nunca se está suficientemente preparado para las catástrofes. Los planes de emergencia de las comunidades, las organizaciones o los hospitales, aún con la mejor de las voluntades rara vez se encuentran a la proverbial “altura de las circunstancias”. El carácter impredecible de las catástrofes accidentales lo hacen difícil. Los planes de catástrofes sería preferible que incluyesen las medidas a tomar después. Las consecuencias son algo más fáciles de predecir y suelen ser más comunes a cualquier tipo de catástrofe.
Una aplicación del sentido común, un buen conocimiento local, porque en cada sitio las cosas se desarrollan de una manera diferente, y una visión amplia y generosa de la realidad es lo que se precisa. Y confiar en los expertos si los hay, no en los políticos que, de buen seguro los habrá.
X. Allué (Editor)