Se trata de una película muy didáctica, con un enfoque descriptivo e informativo que domina sobre las historias personales. Una opción que incide en la visión de conjunto y aleja sentimentalismos, aunque emocionalmente puede sentirse algo distante. Los británicos Michael Samuels y Simon Block, director y guionista respectivamente, concentran su atención en dos niveles narrativos: por su lado, la evolución de media docena de jóvenes, a través de sus impresiones, recuerdos, traumas, pesadillas e ilusiones; por otro, el esfuerzo de los profesionales que les ayudaron, y que actuaron con una sensibilidad exquisita y una generosidad digna de elogio.
Oscar Friedmann, un psicólogo judío, fue el responsable de esta iniciativa. Le da vida convincentemente el actor alemán Thomas Kretschmann: sus gestos serenos, sus palabras siempre amables, su actitud comprensiva y su sentido positivo conforman una personalidad muy atractiva, de hombre que sabe querer a las personas. El resto del elenco juvenil cumple correctamente, aunque no haya caras conocidas, y se ha puesto un gran cuidado en la ambientación, como es habitual en las producciones inglesas.Los testimonios de los supervivientes reales han sido fundamentales para reconstruir la historia y oímos sus voces al comienzo del filme: “Me arrancaron de los brazos de mi padre y me llevaron con ellos…”, “Por las noches veíamos el resplandor de los hornos….”, “Había cadáveres esparcidos…”, “Siempre muertos de hambre. Solo pensábamos en comer…”, “Cogieron a los 10.000 niños, los llevaron a Chelmno, los metieron en las cámaras de gas y los enterraron en fosas comunes…”. Pero no se trata de una cinta pesimista ni hay escenas desagradables. Es más, puede resultar muy apropiada para verla en familia y dar a conocer a los más jóvenes este tipo de historias que, sin ocultar el dolor que conllevan, presentan también comportamientos heroicos y nos pueden hacer más humanos.