Los niños son un torrente de creatividad, viven en mundos mezcla de realidad y fantasía que plasman en todas sus creaciones desde sus juegos, dibujos, historias…
Es algo que los adultos hemos olvidado poco a poco, la magia se ha ido perdiendo en nuestro apresurado día a día. ¿Recordáis ese triste momento en el que un día coges tus juguetes favoritos, aquellos que tanta diversión te han producido y por mucho que lo intentas no consigues recrear las mismas sensaciones de alegría, de ilusión?… estas aterrizando en el mundo de los mayores.
Sabiendo pues que ese momento estará ineludiblemente limitado en el tiempo dejemos que los niños lo vivan plenamente. Una parte de ese mundo infantil que la mayoría hace tiempo que guardamos en el baúl de nuestra niñez es la imaginación creativa.
Para que un niño desarrolle al máximo esta deliciosa capacidad creativa de una manera plástica es imprescindible que pongamos a su alcance todos los elementos posibles para su representación. En la mesa de trabajo de un niño no deben faltar pinturas, rotuladores, tijeras, pegamento, celo, lanas, palos de helado, rollos de papel higiénico acabado… en tiendas de manualidades o en grandes almacenes podéis encontrar además ojos, limpiapipas, goma eva, purpurina… con todo esto os aseguro que os sorprenderán.
Muchos niños cuando realizan trabajos manuales se dedican en exclusiva a colorear dibujos de cuentos para colorear o impresos por los papas y aunque está muy bien porque sirve para desarrollar la motricidad fina, es una actividad placentera y relajante, es precursora de la escritura, les ayuda a concentrarse… les deja poco lugar para la improvisación.
Durante la Semana Santa mi niña de siete años se rompió una pierna coincidiendo además con una infinidad de días lluviosos lo que reducía nuestras posibilidades de ocio familiar fuera de casa considerablemente. Los días en estas circunstancias pasan muyyyyyyyyyy despacio, ella jugaba, leía, dibujaba, jugábamos todos juntos al monopoli, hicimos tartas, discutía con su hermano… y lamentablemente aún sobraba tiempo.
A través de internet fui seleccionando manualidades para hacer con ellos que fueran acordes a sus edades y en los ratos muertos hacíamos cadenetas, muñecos con rollos de papel, pompones de lana… Mientras seguíamos los pasos indicados en la manualidad les iba animando a cambiar las reglas, les preguntaba ¿si en vez de… ponemos…?, ¿ qué se os ocurre que podemos utilizar para …?.
Me sorprendió mucho descubrir que cuando estaban solos en sus cuartos realizaban sus propias creaciones con los materiales que habíamos utilizado juntos y con otros que cogían de cualquier sitio de la casa (ojo con esto marcarles algunos límites no vayan a destruir la declaración de la renta que con tanto cariño habéis realizado).
Su creatividad estaba allí pero a veces necesita un pequeño empujoncito por nuestra parte. Enseñarles algunas técnicas, trucos, darles materiales diferentes… hará que las alas creativas de las que disponen les hagan volar más alto.