La relación restaurantes de alta categoría y niños no funciona muy bien en el mundo gastronómico, en más de una ocasión los comensales se han quejado de los llantos de un bebé o de las molestias que les ocasiona ver corretear a un niño entre las mesas. Se puede decir que ocurre algo similar cuando se viaja en avión, de ello hablábamos en el post Mejor viajar en avión sin niños. Con respecto al tema de los restaurantes, uno de los últimos hechos que provocaron de nuevo el debate se produjo en el Restaurante Alinea con tres estrellas Michelin de Estados Unidos. Unos comensales llevaron con ellos a su bebé de 8 meses de edad, sus llantos parece que molestaron seriamente al resto de comensales, de ello nos informaba este artículo publicado en Huffington Post.
Pues bien, no es de este debate de lo que queremos hablar, sino de una curiosa iniciativa en la que los niños tienen voz en la restauración. En la revista digital The Bold, podemos leer una serie de artículos en formato blog en el que dan a conocer la opinión de niños de cuatro años de edad sobre la comida que ofrecen en algunos restaurantes. Además de los platos, se muestran fotografías de los niños probando la comida, sus caras son muy expresivas y delatan si un plato ha gustado o no, cara de curiosidad, satisfacción, algunos incluso no reprimen sus llantos.
La última de esta serie de publicaciones en las que los niños opinan sobre la comida de los restaurantes la ha protagonizado Elai Rubinsky, con sólo cuatro años de edad se convertía en una crítica gastronómica del Restaurante Plum de Oakland (California). Evidentemente las críticas que puedan hacer los niños no tienen nada que ver con las que ofrecen los expertos, pero merece la pena leer el artículo, el fotógrafo y la editora parece que se lo pasaron en grande con la pequeña.
Nos muestran cada plato que se sirve a la niña y la opinión que tiene de él, parece que cuanto más simple es una comida o tiene colores más vistosos, más llama la atención. Por ejemplo, un cóctel de jengibre y arándanos llamó la atención de la pequeña especialmente por su color rosa, pero no le gusto que tuviera hielo porque estaba muy frío. Un asado con ensalada de remolacha cruda preocupó a la pequeña, creía que era pintura y que no se podía comer, tras convencerla de que era comestible y no un elaborado intento de envenenarla (según explica la editora), lo probó y parece que le gustó. Otros platos, en cambio, provocaron que la niña llorara sin ni si quiera probarlos, parece que en la mayoría de casos en los que no aceptaba la comida la razón era la presentación, la alta cocina no se asemeja a la cocina tradicional casera, para la pequeña la idea de que se había rociado con pintura la comida era persistente.
Parece que probar tantos platos de un menú extenso como puede hacer un crítico gastronómico no gusta a la pequeña, hasta el punto de que lloraba con cada plato que se presentaba y ya no tenía nada que ver el aspecto o el sabor. Bajo estas líneas podéis ver el recorrido de platos probados y la cara que ponía la niña con cada uno de ellos, a partir del quinto plato el llanto y la tristeza se hicieron patentes.
Os recomendamos dar un vistazo al artículo de The Bold y al resto de artículos en los que otros niños opinan sobre los menús de los restaurantes, una graciosa iniciativa que parece ser una respuesta a la elevada polémica creada en Estados Unidos por el acceso de bebés y niños a estos establecimientos de alta categoría.
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Los niños opinan sobre la comida de los restaurantes