Un estudio desarrollado por el MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts, Estados Unidos) concluye que los niños pueden detectar cuando los padres mienten, incluso si se trata de mentiras blancas, un tipo de mentiras que se dicen para no herir, evitar explicaciones largas, etc., lo que popularmente se denominan mentiras piadosas. La investigación determina que los niños las pueden detectar y darse cuenta de que se les está ocultando información.
Esto no beneficia a los pequeños, ya que tratan de llenar los vacíos informativos, también utilizan sus conclusiones para determinar quién será de fiar en un futuro, es decir, se mina la confianza existente entre padres e hijos. La información es muy importante, con ella se aprende sobre las personas, si esa información es exacta y completa, favorecerá un elevado nivel de confianza en la persona en un futuro. No ofrecer toda la información de forma veraz puede hacer que los niños se vuelvan escépticos ante la información que se les brinde en un futuro y buscarán otras fuentes de información que les resulten más confiables.
El estudio se basa en los datos de una investigación realizada en el año 2011, en ella se analizaba cómo se comportaban los niños cuando un profesor explicaba una única función de un juguete que tenía varias funcionalidades. En la mayoría de los casos, los pequeños sólo utilizaron la función explicada por el maestro, sin embargo, los niños a los que no se les había explicado ninguna función estuvieron investigando y explorando todas las posibilidades que tenía el juguete, por ello descubrieron muchas más funcionalidades que el primer grupo.
En el nuevo estudio, se pretendía averiguar lo que los niños pensarían del maestro que no explica todo lo que el juguete podía realizar, más allá de la verdad y la mentira, la finalidad era determinar el grado de sensibilidad infantil ante alguien que dice la verdad pero no toda la verdad, y ante alguien que no les dice todo lo que deberían saber. En un primer experimento se trabajó con un grupo de niños de entre 6 y 7 años de edad a los que se les proporcionó un juguete para que exploraran por su cuenta todas sus funciones, este juguete tenía un único botón.
A otro grupo de niños de la misma edad se les ofreció un juguete con cuatro botones, cada uno de ellos activaba una función diferente. A ambos grupos de niños se les representó una escena con marionetas en la que una profesora explicaba una única funcionalidad del juguete a un alumno (el mecanismo de dar cuerda). Seguidamente se pidió a los niños que calificaran en una escala de 1 a 20 lo útil que les resultó la explicación brindada por la profesora marioneta. Los niños que tenían el juguete con cuatro botones y que conocían el mecanismo explicado por la marioneta, calificaron con puntuaciones más bajas que los niños a los que se les explicó la funcionalidad del único botón.
Los niños que sabían de la existencia de tres botones más y que habían visto la explicación y demostración con anterioridad, sabían que no se les había explicado todo lo que podía hacer el juguete y lo exploraron a fondo, lo que sugiere que no confiaron en las explicaciones brindadas por la maestra. Los niños evalúan a los demás en base a la información que se les proporciona, sea suficiente o insuficiente, y sacan sus conclusiones. Los expertos explican que no brindar toda la información condiciona la forma en la que aprenderán de un maestro y la confianza que tendrán en él, estos resultados se pueden trasladar a muchos ámbitos, como por ejemplo el familiar. Por tanto, lo mejor es no mentir ni omitir información a los niños, con ello aumentaremos el grado de confianza . Podéis conocer más detalles de esta investigación a través de la página oficial del MIT.
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Los niños pueden detectar cuando los padres mienten