En las noches de verano, las vacalorias (ciervos volantes, Lucanus cervus) aparecen volando atraídas por la luz de los faroles. Después de haberse pasado hasta 5 años comiendo la madera podrida de los árboles durante su fase larvaria, su vida adulta es muy breve, tan solo un par de semanas en las que su único objetivo será aparearse para que las hembras puedan depositar sus huevos y así continuar el ciclo.
Durante esos pocos días se alimentará de la sabía de los árboles heridos y de los jugos de la fruta madura y tendrá que arreglárselas para escapar de los muchos depredadores que verán en ellos una buena provisión de proteínas.
Los machos están provistos de una impresionante cornamenta, que en realidad son sus mandíbulas modificadas, con las que lucharán con otros machos por la posesión de las hembras. En muchas ocasiones ni siquiera necesitan usarlas, ya que su sola presencia es suficiente para intimidar a los machos más pequeños. En esta especie los machos pueden medir desde 3 hasta 9 cm, y los machos más pequeños apenas tendrán posibilidades de aparearse con las hembras, que más pequeñas y sin sus mandíbulas modificadas, solo tendrán que esperar al ganador.
Hace unos días, durante una cena al aire libre con unos amigos, apareció volando uno de estos insectos y me sorprendió la reacción de la mayoría de ellos, que después de gritar despavoridos como si hubieran visto al demonio aparecer a los postres, me juraron que mordían y picaban, poco antes de decirme en coro que los mataban nada más verlos "por si acaso". No hace falta ser muy sagaz para imaginarse las expresiones de desagrado cuando me vieron cogerlo y soltarlo detrás de un muro para ponerlo a salvo.
De poco valieron mis explicaciones, de poco sirvió decir que eran insectos inofensivos y que además eran muy beneficiosos porque hacían el trabajo sucio de reciclar la madera muerta. Y de mucho menos decirles que era una especie protegida (incluida en el Anexo III del convenio de Berna de 1979, incluida en el Anexo II de la Directiva Hábitat de la Unión Europea e incorporada como “especie de interés especial” al Catálogo Nacional de Especies Amenazadas de España).
No son pocas las veces que tengo la sensación de que nada cambia por mucho que expliques, comentes o publiques, pero afortunadamente no siempre es así. Media hora después del amago de linchamiento a la pobre vacaloria, otra llegó volando y se posó unos metros más lejos de donde estábamos, justo en la mesa donde los niños habían amontonado una enorme colección de piedras, caracoles y hierbas, afortunadamente lejos de la mirada de sus padres. Me acerqué dispuesto a volver a salvar al pobre animal, pero no fue necesario. Los niños, contrariamente a los adultos, se quedaron mirando al enorme escarabajo, lo tocaron y lo inspeccionaron por todas partes, y sorprendidos vieron como se volvía a marchar volando mientras se reían.NOTA: haced clic en las fotos para verlas a mayor tamaño. Si queréis conocer un poco más sobre la vida de los Ciervos volantes y de sus parientes ibéricos, podéis consultar la página del GRUPO DE TRABAJO SOBRE LUCANIDAE IBÉRICOS