Ocho es el número fetiche que nos coloca en el disparadero nuevamente y nunca mejor dicho a Quentin Tarantino, puesto que además de la obviedad del título de la cinta, se encarga de recordarnos que se trata de su octava película.
Rodada en una denostada, genial y virtuosa Panavisión en 70mm que aporta grandes panorámicas preciosistas y presencia del espectador en los espacios cerrados, Los odiosos ocho es una película autorreverencial y fiel a los cánones fílmicos innegociables del gran Quentin Tarantino. El realizador, siempre original en sus planteamientos y provocador en sus puestas en escena, crea una sinfonía de belleza visual y catártico delirio sanguinolento final.
Muy en la línea marcada por Django desencadenado, explora su particular concepto de conflicto racial y de las miserias humanas a través de unos protagonistas de poco después de la Guerra de la Secesión que quedan atrapados en una casa por culpa de una ventisca, renunciando con brillantez a la pureza del western cuando se cruza con el cine de misterio más propio de Agatha Christie. El cine de Tarantino, un género en sí mismo, tiene la maravillosa cualidad de aportar un mínimo de interés garantizado, ya sea por guión o por pura maestría tras la cámara, y ello nos empuja compulsivamente al cine, pantalla para la que está ideado su trabajo. Esta no es una excepción, pero dicho esto, hay que añadir que este proyecto viene envuelto de algunos defectos de exceso que lastran hasta la afirmación de no estar a la altura de Django, por poner un ejemplo de temática y temporalidad cercana. El autor más antagónico del “basada en hechos reales” ya ha demostrado sobradamente que no debemos asustarnos ante un metraje de más de dos horas, porque es un tahúr a la hora de divertirnos sin hartazgo; sin embargo en este caso las casi tres horas que dura la película tienen lugar para momentos demasiado contemplativos narrativamente y se recrea en el baño de sangre más de lo recomendable. La unión de exceso y políticamente incorrecto nos da algún momentazo muy divertido y también un punto de innecesaria grosería, pero a Tarantino hay que quererlo o detestarlo en pack, con unas cosas y otras: a estas alturas no va a cambiar su concepto de ver y hacer cine, que para él viene a ser lo mismo.
Además del regalazo que se permite contratando al mítico Ennio Morricone (como niño con zapatos nuevos, seguro) para la brillante banda sonora, hay que añadir para deleite de los fans que el reparto está conformado por sus amiguetes de siempre con algún pequeño retoque. Así podemos ver excepcionalmente dirigidos a Kurt Russell, Samuel L. Jackson (¿había alguna duda?), Tim Roth o Michael Madsen, acompañados esta vez por nombres como Bruce Dern, Channing Tatum, Walton Goggins o Jennifer Jason Leigh. Especialmente interesante se muestra el trabajo de esta última, que desprende con pocas palabras el aura de chica de armas tomar, se canta una canción que no tiene desperdicio y nos va dejando claro desde el comienzo que ella es la espoleta de la granada que tarde o temprano va a estallar.
Siéntense, disfruten, ténganle paciencia, y elijan a su personaje favorito, en este caso el odioso menos odioso, apostando o no por su supervivencia. Y si no comulgan con su forma de contar historias, no se les ocurra ver esta película. Tarantino ha vuelto tan fiel como siempre.
Dirección: Quentin Tarantino. Título original: The Hateful Eight. País: USA. Año: 2015. Duración: 167 min. Género: Western. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Walton Goggins, Demian Bichir, Tim Roth, Michael Madsen, Bruce Dern, James Parks, Dana Gourrier, Zoë Bell, Channing Tatum, Lee Horsley, Gene Jones, Keith Jefferson, Craig Stark, Belinda Owino. Guión: Quentin Tarantino. Música: Ennio Morricone. Estreno en España: 15 Enero 2016. Fotografía: Robert Richardson.