Era una muchachita del campo que comía tierra, y de tanta que consumió se llenó de parásitos. El padre desesperado la llevó a donde mi madre para que le ayudara a combatir el vicio, ya que había ido a donde todos los curanderos y no valieron las pócimas ni los ensalmos para “sanar” a la niña que ya lucía tan pálida como si no tuviera sangre.
La pequeña era blanca, con el pelo rubio, pero su blancura alarmaba, era como la del papel. Tenía seis años y si bien estaba en el tamaño normal para su edad, su vientre hinchado y su descolorada piel era más que preocupante.
A sugerencia de mi mamá mi tío la dejó en la ciudad y me tocó llevarla a donde un pediatra amigo de San Francisco de Macorís. Al evaluarla me dijo: “llévamela al hospital”. La ingresaron, ya en el centro hospitalario le hicieron todos los análisis y encontraron que tenía tantos parásitos que para eliminarlos había que hacerle una transfusión de sangre, porque si le mataban los parásitos se podía morir.
En conclusión, los parásitos se mantenían de ella y ella de los parásitos. Tras la transfusión se le suministró el vermífugo correspondiente, murieron los parásitos y la niña volvió recuperada tras casi un mes ingresada en el hospital donde además le suministraron los minerales que le faltaban y que se suponía adquiría de la tierra porque su organismo lo demandaba.
Mi primita recuperó su color, los pómulos rosados y el pelo que lucía ralo y poco se volvió abundante y de color brillante, en fin, mi prima se salvó de los parásitos y ella misma se maravillaba al verse en el espejo y no volvió a comer tierra.
Cuento esta historia familiar, porque necesito hacer una analogía con lo que está pasando en nuestra sociedad. Estamos tan arropados por la delincuencia de todo tipo que me parece que el cuerpo social está como el cuerpo de prima, tan contaminado que si se desparasita se podría morir como le fue diagnosticado a mi prima.
Necesitamos una transfusión como la que le hicieron a mi prima, pero en este caso romper con un “medicamento“ poderoso capaz de eliminar de raíz los males o de lo contrario caeremos rendidos a los pies de los parásitos que han carcomido el estamento social.
Sin mencionar los casos, quienes leen lo que ha pasado y lo que está pasando se darán cuenta de que si no se acude rápido los parásitos nos pueden matar por lo que hay que andar rápido antes de que nos llegue la muerte.
No sé si estamos a tiempo, pero debe haber un buen vermífugo, los buenos, que todavía son mayoría-eso creo- lo están reclamando.Por Altagracia Paulino