Revista Coaching

Los pecados de la manzana

Por Jlmon

LOS PECADOS DE LA MANZANA
Los intentos de establecer una analogía entre Apple y la religión católica han sido frecuentes en la última década y el proceso de beatificación tecnológica  de Jobs no hacen sino confirmarlo. Pero dicen que todo lo que sube acaba por bajar y en este sentido, la manzana de Cupertino no está llamada a romper una regla que hasta ahora tan sólo la chispa de la vida se ha atrevido a desafiar. La caída en el valor de la compañía ha venido acompañada de un descenso histórico en sus ventas que algunos quieren explicar a partir de un cumulo coincidente de inoportunas desgracias que se han venido acumulando desde el fallecimiento del increíble Jobs. Sin embargo, como suele ocurrir en estos casos, la realidad supera a la ficción y la explicación hay que encontrarla en dos factores que se solapan mutuamente: la caída acentuada de los márgenes comerciales y la incapacidad para mantener un ritmo de innovación disruptiva constante. El descenso del margen comercial es una profecía bíblica difícil de eludir para los denominados “pioneros” en un nuevo nicho de mercado. Tarde o temprano, llegan nuevos colonizadores que aprenden de los errores y optimizan los aciertos iniciales, ofreciendo productos similares a precios más razonables aún a costa de no conseguir ese 45% de margen que consiguió la manzana y que ahora ha visto descender hasta el 39%, cifra que muchos quisieran para sí, pero a la que Apple no está acostumbrada. La solución de manual pasaría por dos posibles alternativas: reducir costes o lanzar productos de consumo más generalizado. Pero aquí es cuando los factores comienzan a solaparse. Reducir costes es siempre una tarea compleja, más aún cuando no eres el productor directo y, en consecuencia, no controlas de forma sistemática la reingeniería de los procesos como es el caso. Pero, además de este pequeño detalle, las últimas noticias que llegan desde centros de montaje como los de Shenzhen, parecen confirmar que no existe demasiado margen de maniobra en lo que a costes salariales se refiere aunque también es cierto que tratándose de China, cualquier cosa es posible. Sin embargo, el verdadero talón de Aquiles de la manzana reside en su credo y en la verdad última que lo sustenta. Quienes dicen que Apple es una religión quizás exageren, pero sólo hasta cierto punto. Efectivamente Jobs supo rodear a la compañía de un halo místico basado en un mix de genialidad y perfeccionismo rayado en la paranoia, pero que acabó por ser decisivo frente a las propuestas grises y monótonas de Gates que inicialmente triunfaron en un temprano momento en el que apenas existían aborígenes digitales. Pero después, todo cambió. Jobs supo ofrecer ferraris a precios elevados pero posibles para quienes preferían invertir en ser distintos, estar a la última o simplemente dejarse llevar por la ola y si además la competencia se veía incapaz de reaccionar, pues mejor que mejor. En otras palabras, los increíbles márgenes que ha manejado Apple son la consecuencia de un cúmulo de afortunadas coincidencias: innovaciones disruptivas encadenadas, posibilidad de costes productivos más que asequibles gracias a los milagros de la globalización traducidos en una peculiar filosofía china del enriquecimiento del infra proletariado, elaboración de una mística cuasi religiosa en torno a una marca como nunca antes se había visto, más allá del consumo conspicuo de las elites y finalmente un liderazgo inspirador que no trascendente de un hombre empeñado en ir más allá del circulo de la perfección. Todas ellas son consideraciones importantes, pero sólo una explica a todas las demás y ésta no es otra que la capacidad de encadenar sucesivas innovaciones radicales con nombre propio: iPod, iPad y, sobre todo, el milagro de los peces y los panes, el iPhone, responsable por sí sólo de más de la mitad de las ventas de la compañía. Apple se enfrenta a una disyuntiva vital: continuar explorando el futuro o disgregarse en la irreconocible masa de los colonizadores de nuevos mundos. De momento, los rumores parecen indicar que ha optado por la segunda de las alternativas, es decir vender mucho con márgenes más reducidos y sin esa singularidad que caracteriza al pionero. Los mentideros hablan de un iWatch con sistema iOS y similares prestaciones al iPhone que podría comercializarse por menos de 180 euros. Si esto es cierto, el éxito estaría prácticamente asegurado, pero a costa de convertir la religión en una secta del tres al cuarto y a Apple en un hecho histórico en los anales de la economía de mercado. Pero, en estos tiempos en los que hasta los papas renuncian al solio, todo es posible.

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