Imagen cortesía de Amor Maternal
Todas somos Habiba. Los pechos de Habiba son mis pechos...
Pechos para alimentar, para consolar, para dar seguridad, calor, confort, inmunidad, defensas, nutrientes, amor, oro líquido...
Si otra cosa no tengo para dar a mi hija, si no tengo riquezas, ni dinero, ni casa... mi pecho sigue siendo el mejor lugar para ella, el lugar donde quiere habitar, el que la protege de los peligros, donde se siente segura, donde termina de formar su sistema cerebral, neuronal y emocional para el amor, la empatía y la generosidad; y no para la distancia, la competición y la guerra.
Mis pechos son míos y de mi hija, y nadie, nadie en este mundo, puede decirme qué debo o qué no debo hacer con ellos.
Mis pechos son manantial de amor, de salud, de placer, de vida, de bienestar, de calma, de vínculo, de maternaje...
Mis pechos son el flujo de la tierra que de generación en generación perpetúan la vida, la cuidan y la hacen florecer.
Mis pechos se cargan de leche cuando a mi hija le toca comer, y duelen y se inflaman si mi hija está lejos. Como en el cuento de Yourcenar, ya podrían lapidarnos, que nuestros pechos seguirán produciendo el manantial de vida que alimenta y calma a nuestros bebés.
Los pechos de las madres del siglo XXI están volviendo a maternar a nuestros hijos y a la sociedad del futuro, y eso ninguna autoridad lo podrá cambiar. Además, con formación, con conciencia, con dignidad, con igualdad de derechos y con poder, sin escondernos. Un mundo más amoroso y más respetuoso con la naturaleza sólo se construye desde el principio.
¡Todas somos Habiba!