Con la tecnología touch and go, smartphones y demás nació una nueva moda (que no son ni las pandillas ni el pantelón). Hablamos de algo mucho más cul (que viene de “culto”), hablamos de la red social del pájaro azul, de Twitter papá. Y esto nos dispara una pregunta:
En fin, volviendo al tema este. La consigna parece fácil (mucho más que un dictado). Se trata de contar en 140 caracteres lo que se te cante.
Entonces, a vos, sí, a vos, que te la pasas todo el día boludeando en Twitter te vamos a pasar una data importante. Estuvimos seis meses en en la Base Marambio haciendo una investigación y logramos identificar y describir cada personaje que ronda en este nido de pájaros. Ah, y por supuesto, lo hicimos en menos de 140 caracteres, como corresponde.
De ahora en adelante es tu responsabilidad a quién seguir… o no, y al carajo todo.
La tía Mabel: Sube fotos de paisajes de Powerpoint y música que inspira a la relajación. Su sueño es conocer a Mirtha Legrand.
El banana: Más de 30 tuits por día. Arranca con “Espero que tengan un hermoso día”. Usa guantes en invierno y banca al gemelo fantástico.
La sandía: Es la versión femenina del banana. Toma el yogur violeta para ir al baño.
El intelectualoide: Cita y retuitea frases que tiran la posta de la vida. En la realidad es un goma y trabaja en un banco.
El egocéntrico: Le importan sólo sus tweets. No lee a nadie. Piensa que Twitter es su anotador personal. Le gusta el salamín picado grueso.
El tachero: A todos les responde con algo. Le gusta discutir sin fundamento. Lo que no sabe lo inventa. Aplaude cuando aterriza el avión.
El gil: Tweets pedorros y consecutivos. Después de leer cuatro tuits malos, dejás de seguirlo. Le dan pánico los contestadores automáticos.
El Dios: Lee todos los tweets pero nunca twitea. Todo lo ve pero pocos lo ven a él. No toma mate, o por lo menos si lo hace no comparte.
El hippie: Sólo escribe una palabra: Amor, libertad, fotosíntesis, mermelada. En la cotidianeidad tampoco tiene nada importante que decir.
El denso: Usa Twitter como chat sin darse cuenta que le jode la vida al mundo. En la realidad es de esos que no cortan el teléfono primero.
El retuiteador: RT a todo. Usa slip (si es hombre) o bombachudo (si es mujer). Tiene un amigo que maneja la grúa que te lleva el auto.
El Axel: Todo es amor, poesía y esas cosas pegajosas. Usa gel y pescadores y todavía usa el mail de cuando era chico.
El Sherlock Holmes: Cuenta protegida con candado. En la vida real es fanático del queso y le da intriga el ananá.
El payaso: Cada vez que escucha un chiste lo tuitea. Y sino los busca en Google para tener material. Es pelado.
El #: Se excede con el #. “En #LasToninas a puro #sol y #amigas tomando #mate con #galletitasvariedad.” Tiene sensibilidad en los dientes.
El insómnico: Tuitea cuando no puede dormir. Sufre de jetlag pero jamás viajó. Repitió jardín. Se llevó cubitos y arenero a marzo.
El politizado: Se dedica a quejarse o apoyar fervientemente a los políticos de turno. No está al día con la AFIP y no usa bidet.
El musiquero: Mete frases de Las Pastillas del Abuelo o Tan biónica. Usa chupines y cree que “Persiana Americana” es un tema de Agapornis.
El arjónico: Este es un animal único. Solo cita a Arjona y de una manera asquerosamente melosa. En la vida real le pega a su pareja.
El abreviador: Acorta cada palabra para así poder extenderse más. La saca antes de que salte (a la tostada de la tostadora).
El sufridor: Comparte sus sufrimientos y fracasos amorosos. Generalmente nadie le cree. Le manda mensajes a su ex a las 5 de la mañana.
La putita: Calienta pavas sin mucho para decir pero sí para mostrar. Le limpia la cola a su abuela y defiende sus desnudos cuidados.
El metralletas: Tirotea con toda su artillería a cuanto avatar femenino se le cruza. Tiene la cola peluda pero adelante se peluquea.
El bello durmiente: Sólo escribe a famosos esperando respuestas que nunca llegan. Le encanta hacer colas (las de los bancos).
Melita: De filtro no tiene nada y ventila su vida sin mucho recato. Anda en colectivo, principalmente en el 130.
El gemelo malvado: Se crea una cuenta paralela para decir lo que realmente piensa. Ni su perro lo quiere. Su gato, sí.
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