Hace un tiempo la revista Interviú publicó este artículo en que se relata el trabajo de los lectores editoriales. Incluye buenos consejos acerca del tema tan espinoso de la publicación.
"Cobran poco, ganan enemigos diariamente, trabajan en el anonimato y, sin embargo, son los primeros responsables de cargar de buenos textos los anaqueles de las librerías. Los lectores de las editoriales son la cruz de la moneda, cuya cara son los críticos literarios."
R.R.O. es un chaval de 24 años que ha enviado el manuscrito de su novela a varias editoriales. Ha sido un año de trabajo duro y solitario en el que ha volcado su ilusión y su dinero en el proyecto. Se ha devanado los sesos para encontrar la palabra exacta, expresar las ideas correctamente...La semana pasada recibió respuesta de dos editoriales: no les interesa. "No hay derecho-dice-. Mi novela es mejor que muchas de las ya publicadas, pero como no soy nadie...Estoy seguro de que ni se la han leído". Aunque creerse un genio maltratado le consuele, se equivoca. Actualmente, se puede afirmar que todos los manuscritos enviados a editoriales medianamente serias son leídos. Otro asunto es saber por quién.Cada editorial cuenta con un comité de lectura encargado de hacer una primera criba del material recibido. Por una siete mil pesetas el libro, los lectores deben valorar la calidad literaria y comercial del producto que tienen delante. Son profesores, críticos, filólogos o profesionales amantes de las letras. Necesitan ser intuitivos, objetivos, severos, confiar en su propio criterio y, como sentencia R.R:, lector de la editorial Lengua de Trapo y de Plaza y Janés, "tener muchísima paciencia, sillones cómodos, poca vida social y unas necesidades económicas mínimas. Además, mucha modestia. Un lector no tiene que expresarse a sí mismo en un informe, sino que debe explicar un libro a alguien que no lo ha leído".R.H., lectora de Debate, añade: "Y saber leer, que no es tan fácil".
Tras analizar un manuscrito, el lector realiza un breve informe donde resume el argumento del libro, valora su calidad literaria, lo engloba en un género, puntúa su originalidad y lo sitia dentro de la línea editorial de la empresa. Este último punto es clave: antes de enviar un texto, el aspirante a escritor debe conocer las colecciones y el mercado al que se dirige la editorial. Si el informe es positivo, se entrará en un proceso de lecturas cruzadas para contrastar opiniones y, al final, el editor decidirá si lee él mismo el texto. "A mi me puede interesar un lector que lea mal porque me orienta", dice C.B. editor de Debate, para quién la sintonía editor-lector es la clave. Pese a todo, muchos manuscritos son desechados tras una lectura sesgada. Con veinte o treinta páginas se puede percibir perfectamente la calidad del texto que ha llegado a la editorial.
Pero R., nuestro escritor bisoño, desconfía de las editoriales. Muchas son las anécdotas capaces de desacreditar el ingrato trabajo de los lectores. Juegos de la edad tardía, de Luis Landero, fue rechazado varias veces antes de alcanzar su merecida fama. Y ni que hablar del camino recorrido por Cien años de soledad.
Porque, aparte de lectores, estos profesionales son humanos y, como tales, pueden cometer errores. Es más morboso, y más fácil, contar los fallos que los aciertos. "Cuando era más ingenuo, entregaba una copia de los informes a los escritores -afirma J.H., editor de Lengua de Trapo-, pero los lectores lo sabían y los escribían con menos frescura".
Maneras de decir "no"
Hacia los años setenta, la escritora Marguerite Durás mandó a su editor francés una novela que él mismo había publicado años atrás. Durás había cambiado el título y firmaba con seudónimo. La novela fué rechazada. También a Doris Lessing le fue devuelta una novela con seudónimo. Inmediatamente después de reconocer su autoría, el libro salió a la venta. Aunque la mayoría de editores reconocen mirar los datos del escritor, tanto por cazar talentos como por asegurar ventas, los lectores evitan hacerlo.
Los manuscritos enviados siempre van acompañados de una carta donde el escritor, en cuatro líneas debe presentarse. Ahora está de moda enviar una foto junto al manuscrito y también firmar con seudónimo. "Hay escritores que presentan manuscritos con las portadas llenas de dibujitos y esas cosas. Sólo con la presentación ya sabes si contiene tonterías o literatura", afirma C.B. E.Q., lectora de cinco editoriales, recuerda una carta en la que la madre del aspirante detallaba la depresión en la que estaba sumido su hijo por culpa de la novela. Para evitar este tipo de presiones, así como amiguismos o represalias -que las ha habido-, los cribadores editoriales suelen trabajar desde el anonimato.
Aproximadamente un mes después de recibir la obra, el editor responderá al impaciente escritor. Pueden ocurrir tres cosas: la primera es que la novela sea cortésmente rechazada. R.R., que aparte de ser lector acaba de publicar su tercera novela, La fórmula Omega, dice: "Odio las cartas de rechazo que comienzan: «Independientemente de la calidad de la obra...» He recibido muchas y siempre he pensado: ¡Coño!, entonces, ¿de qué se trata, si no es precisamente de la calidad de la obra?". Los editores saben que están rechazando proyectos cargados de ilusión, por lo que tratan de ser sutiles. La segunda posibilidad, algo más complicada, es que se decida no publicar esa novela, pero se muestre un sincero interés por un autor aún verde que promete madurar. La tercera, lejana y casi onírica, es que un montón de meses después se publique la obra. es posible, además, que el editor recomiende hacer algunos cambios en la novela, aunque la última palabra siempre la tiene el escritor. Por otro lado, existen editoriales que promueven la autoedición y afirman que también poseen un comité de lectores. por lo general es falso, pero el escritor que paga prefiere creérselo.
España está a la cabeza mundial en cuanto a la producción de libros. Unos cincuenta mil nuevos títulos aparecen en nuestras librerías anualmente. De esa cantidad, diez mil son literarias. No es que cada editorial publique muchos libros, sino que en España hay muchas editoriales y es difícil que una buena obra pase desapercibida. Quién crea que los cuatro grandes nombres del sector acaparan el grueso de la publicación peninsular es un error. Ciertamente, todo proyecto de escritor debe apuntar a las editoriales más importantes, pero, descartadas éstas, hay que bajar el listón. Muchos de los llamados autores revelación fueron primero rechazados por los popes de la edición, pero respaldados por pequeños empresarios del mundillo. Valgan como ejemplo Juan Manuel de Prada, Antonio Álamo o Juan Bonilla.
La cantidad de libros publicados nos da una idea de los libros rechazados. Por ejemplo, de unas cuatrocientas novelas recibidas anualmente por una editorial, se publican unas cincuenta. Para seleccionar las obras que han de ver la luz, las pestañas de los lectores están más que quemadas. En la actualidad, M. A-L., traductor, crítico y lector, ha abandonado los manuscritos porque "creo que hay que descansar para no perder los propios referentes". E.Q. se recicla de otra manera: "se lee mucha porquería. Para no perder el criterio, releo mis clásicos de vez en cuando".
Una anécdota escalofriante para los noveles es el rumor que afirma que Patrick Süskind escribió su propia novela basándose en la idea del escritor rechazado: así nació El perfume. Desconfiar del resto de escritores y demás monstruos relacionados con la literatura es algo usual entre los aspirantes. Para evitarlo muchos envían su manuscrito con el copyright e, incluso, con el mismísimo contrato listo para ser firmado. Para la mayoría de lectores eso es una fantasía propia del escritor frustrado. Las palabras de R.R. son contundentes: "Odio la perversión del razonamiento que conduce a pensar: como no me hacen caso, señal inequívoca de que soy un genio".
Nada más alejado de la realidad.
Algunos consejos a los escritores
1) Visitar una librería y hacer un cuadro que recoja la línea de cada editorial y de sus diferentes colecciones. Seleccionar cuidadosamente dónde podría encajar el libro. no perder tiempo, dinero y esperanzas con las otras.
2) Redactar una carta de presentación escueta: los datos personales y un breve currículum son suficiente. No explicar la vida y milagros ni defender o ensalzar la obra y, sobre todo, no hacer la pelota. La carta de presentación no es otra novela.
3) Cuidar la presentación del manuscrito, facilitar la lectura y tener en cuenta que se valora el contenido, no el continente.
4) Enviar el texto a las editoriales importantes y, si no hay suerte, ir bajando el listón. Contando las editoriales pequeñas, España ofrece muchísimas posibilidades.
5) Esperar. La respuesta suele tardar entre quince días y un mes. Si se retrasa llamar.
6) Solicitar una copia del informe. Seguramente le será denegada, pero inténtelo.
7) Seguir enviando la novela. Algún editor recomienda cambiar el título y el nombre (un seudónimo sirve) y enviarla de nuevo a la editorial que la rechazó, porque el factor suerte juega un papel importante.
Fuente: Dreamers.com. Artículo de Álvaro Colomer
LOS COMENTARIOS (1)
publicado el 17 junio a las 15:41
Muy buen post, me gustaría trabajar de lectora, la verdad que debe ser difícil "criticar" un libro malo que uno bueno.
Saludos,