Revista Ciencia

Los psicofármacos podrían abrir una ventana para sacarle más provecho a la terapia

Por Davidsaparicio @Psyciencia

Por Rebecca Price, profesora asociada de psiquiatría y psicología, Universidad de Pittsburgh

Existe un creciente reconocimiento en la comunidad científica de que combinar diferentes enfoques de tratamiento para las condiciones de salud mental puede generar un beneficio mayor que la suma de sus partes.

Como psicóloga clínica e investigadora en neurociencia, he estado trabajando para integrar perspectivas de ambos campos con el fin de ampliar las opciones de tratamiento para aquellos que sufren de depresión, ansiedad y condiciones relacionadas. Diseñar un plan de tratamiento que preste atención cuidadosa a la secuencia y dosis de las terapias biológicas y conductuales podría beneficiar a las personas de nuevas maneras que ninguno de los enfoques podría lograr por sí solo.

La ansiedad y la depresión son las condiciones de salud mental más prevalentes en todo el mundo. A nivel global, alrededor de 280 millones de personas experimentan depresión, y hasta 1 de cada 3 cumplirá con los criterios diagnósticos para un trastorno de ansiedad en algún momento de sus vidas. Existen numerosas opciones de tratamiento efectivas para ambas condiciones, que incluyen medicamentos, psicoterapia, cambios en el estilo de vida y neuroestimulación.

Médicos y terapeutas recomiendan a muchos pacientes que buscan atención para la salud mental que prueben más de un enfoque simultáneamente, como la combinación de medicamentos y terapia. Esto se basa en la idea de que si respondieran bien a cualquiera de los tratamientos recetados, experimentarían un beneficio neto más rápido o más fuerte que si probaran cada uno de forma secuencial. Sin embargo, históricamente, los investigadores han estudiado cada enfoque de forma aislada. La mayoría de la investigación se ha centrado en comparar tratamientos individuales uno a la vez con un grupo de control, como un placebo de píldora o una lista de espera para psicoterapia.

Neuroplasticidad y tratamiento

Avances recientes en la comprensión científica de la depresión, la ansiedad y otras condiciones relacionadas con el estrés sugieren que los cambios e impedimentos en la neuroplasticidad son contribuyentes críticos.

La neuroplasticidad se refiere a la capacidad del cerebro para ajustarse de manera flexible en respuesta a un entorno en constante cambio; es un componente crucial del aprendizaje. En estudios con animales, los déficits en la neuroplasticidad se observan como cambios en las vías moleculares y neuronales, como una disminución en el número de sinapsis o puntos de contacto entre neuronas, después de un estrés crónico. Estos cambios podrían estar relacionados con los patrones mentales y los síntomas de depresión y ansiedad en las personas, como cuando los pacientes informan una capacidad reducida para pensar, sentir y actuar de manera flexible. También pueden estar vinculados a la forma en que se piensa, recuerda e interpreta la información, sesgada hacia lo negativo.

La investigación ha demostrado que muchos tratamientos biológicos efectivos, como medicamentos y neuroestimulación, pueden mejorar o alterar la neuroplasticidad. Ciertos cambios en el estilo de vida, como el ejercicio regular, pueden tener efectos similares. Los científicos consideran que esto es clave para reducir los síntomas. Desafortunadamente, los síntomas a menudo regresan cuando se interrumpen estos tratamientos. La recaída es especialmente evidente en el caso de los medicamentos. Tanto para los antidepresivos como para los medicamentos más recientes contra la ansiedad, las tasas de recaída comienzan a aumentar poco después de que los pacientes dejan el tratamiento.

Por otro lado, los tratamientos conductuales, como la psicoterapia, introducen nuevas habilidades y hábitos que pueden ser más duraderos. Los beneficios continúan incluso después de que la fase más intensa del tratamiento haya concluido. Las reuniones regulares con un terapeuta a lo largo de varios meses pueden ayudar a muchos pacientes a aprender a enfrentar síntomas negativos y circunstancias de la vida de nuevas maneras. Pero dicho aprendizaje depende de la neuroplasticidad para forjar y retener estos nuevos y útiles caminos en el cerebro.

Los investigadores plantean la hipótesis de que mejorar o modular la plasticidad con una intervención biológica como la medicación no solo puede reducir los síntomas, sino que también puede proporcionar una ventana de oportunidad para que las intervenciones conductuales, como la psicoterapia, sean más efectivas. Intervenciones basadas en el aprendizaje, como la terapia cognitivo-conductual o la terapia de exposición, si se cronometran adecuadamente, podrían aprovechar la mayor neuroplasticidad inducida por las intervenciones biológicas y mejorar los resultados a largo plazo.

Piensa en las vías en el cerebro como carreteras. Los tratamientos biológicos transforman un conjunto de carreteras escasamente conectadas, que consisten solo en algunos caminos muy transitados que representan pensamientos, miedos y hábitos no útiles, en una red más densa de carreteras interconectadas y recién pavimentadas. Los tratamientos conductuales pueden asemejarse a conducir repetidamente por un conjunto específico de nuevas carreteras que conducen a perspectivas más equilibradas sobre uno mismo y el mundo que lo rodea, aprendiéndolas hasta poder transitarlas sin esfuerzo, sin necesidad de GPS. Esto asegura que esas carreteras ahora familiares estarán disponibles para ti en el futuro y te protegerán contra el retorno de la ansiedad y la depresión.

Sinergias en el tratamiento combinado

Diseñar tratamientos combinados para promover explícitamente la sinergia es relativamente nuevo, y hay cada vez más evidencia que lo respalda. Algunos ejemplos específicos son notables.

En primer lugar, algunos estudios han mostrado que la D-cicloserina, un antibiótico utilizado para tratar la tuberculosis, puede hacer que la terapia de exposición para las condiciones de ansiedad sea más efectiva al ayudar a los pacientes a aprender a calmar sus miedos. La D-cicloserina también puede mejorar los efectos antidepresivos de un tipo de neuroestimulación llamada estimulación magnética transcraneal, que estimula las células nerviosas mediante campos magnéticos.

Varios estudios sugieren que combinar la neuroestimulación con enfoques cognitivo-conductuales, como la terapia cognitivo-conductual o el entrenamiento del control cognitivo, puede dar lugar a reducciones a más largo plazo en la depresión y la ansiedad.

De manera similar, dosis bajas de ketamina, un medicamento utilizado en la anestesia general con efectos antidepresivos rápidos, pueden utilizarse para “iniciar la bomba” para un nuevo aprendizaje útil. Un estudio que mi equipo y yo realizamos encontró que los ejercicios diarios en computadora de 30 a 40 minutos durante cuatro días después de una sola dosis de ketamina llevaron a un aumento de nueve veces en la duración de los efectos antidepresivos, es decir, 90 días de síntomas reducidos, en comparación con la ketamina sola, que produjo 10 días de síntomas reducidos.

Finalmente, hay un creciente interés en el uso de otros medicamentos con propiedades psicodélicas para ayudar en la psicoterapia. Los beneficios terapéuticos de realizar estas terapias asistidas con psicodélicos bajo supervisión médica se atribuyen a los efectos rápidos de aumento de la neuroplasticidad y alteración de la conciencia de drogas como el psilocibina y el MDMA. Los investigadores creen que estos efectos a corto plazo fomentan nuevas perspectivas e ideas que los psicoterapeutas pueden ayudar a los pacientes a integrar en su visión del mundo permanente.

Existe un gran potencial en las formas guiadas por la neurociencia de combinar tratamientos. Sin embargo, es importante tener en cuenta que diferentes enfoques de tratamiento ocasionalmente pueden actuar en contra unos de otros, disminuyendo los beneficios a largo plazo de la psicoterapia sola. Por ejemplo, un estudio sobre el trastorno de pánico encontró que los pacientes que aprendieron técnicas de psicoterapia mientras tomaban medicamentos ansiolíticos tenían una mayor probabilidad de recaída después de suspender su uso en comparación con aquellos que recibieron solo psicoterapia.

Se necesitan ensayos clínicos cuidadosamente diseñados y seguimientos a largo plazo para comprender completamente cómo combinar lo biológico y lo conductual para desarrollar tratamientos que sean eficientes, accesibles, seguros y duraderos.

Artículo publicado en The Conversation y cedido para su republicación en Psyciencia.


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