Revista Opinión

Los rapanui contra la propiedad privada

Publicado el 08 febrero 2013 por Vigilis @vigilis
Muchos usan a la Isla de Pascua como ejemplo de lo mala que es la sobreexplotación de los recursos. Razones no les faltan. Sin embargo, no cuentan la segunda parte de la historia: la sobreexplotación de los recursos no se soluciona si no es por el interés egoísta de cada individuo. Existen mecanismos más allá del racionamiento (que provoca escasez y conflicto) que consiguen que se pueda ajustar el crecimiento de una población a la tasa de reposición de sus recursos.

Los rapanui contra la propiedad privada

Esta es la idea.

Concedamos la Isla de Pascua como campo de pruebas (un lugar pequeño desconectado del mundo) y no pongamos de ejemplo otro lugar del planeta que sí pueda intercambiar con el exterior, no depender de un solo recurso y mejorar la tecnología (cosa que es lo más habitual: no existen sociedades que se basen en un solo recurso todo el tiempo, ni que no mejoren su tecnología, etc).
Océano Pacífico, viento de poniente, tierra a la vista. La isla, con 160 km² es como un círculo de algo más de siete kilómetros de radio, o si lo preferís, un cuadrado de unos 13 km de lado. Cuando mis primos polinesios llegan en unas canoas raras, se encuentran con un bosque tropical de palmeras. Clima templado, tierra fértil, abundante madera. Bien.
Los polinesios llegan con pocas herramientas pero con una cultura: ciertas costumbres, organización social, cadena de mando y normas para ir tirando. Se acepta que su economía se basaba en la propiedad comunal. Los recursos se compartían y la división de trabajo era escasa. Las palmeras, con una tasa de reposición del 4% anual observaban tranquilas cómo cortaban algún que otro árbol.
Al principio, mis primos eran pocos, así que necesitaban poca cosa: algo de madera para la casa común, unos utensilios para pescar, herramientas, adornos... Poca cosa, no hay problema. El farmacéutico, el cura y el alcalde se ocupaban de resolver líos, garantizar que cada cual recibiera su ración de comida (pongamos bayas) y que el orden y las tradiciones se cumplieran. En ocasiones alguien violaba a alguien así que era o ejecutado o expulsado con familia y amigos del grupo principal. La isla es grande, no pasa nada.
La población crece, la comunidad prospera. Cada vez más gente necesita más recursos. Lógico, ya que no hay avances tecnológicos. El problema es que tampoco hay avances en la forma de organizar a la comunidad. El alcalde y el cura solamente saben dar a cada uno lo "suyo", todos por igual. Nuestras amigas, las palmeras, cada vez están más lejos y son más escasas. Algunas son cortadas antes de levantar medio metro.
El alcalde del pueblo tiene un problema: garantizar que las raciones de recursos no disminuyan cuando no parece que en el futuro vaya a poder sostenerse la misma población. Realmente, el problema de fondo, es que nuestro alcalde, cuando fue al cole, no atendió en clase de matemáticas. Era de esos niños polinesios que pensaban que las matemáticas no servían para nada. Su incapacidad para comprender las tasas de cambio (o derivadas) provocará un autogenocidio y la desaparición de la historia de su cultura. Terrible.
Aunque culpar sólo al alcalde sería injusto: él decide el tamaño de las raciones de un recurso que no es suyo (recordad: propiedad común, todo es de todos). Mientras las palmeras desaparecen, él incluso puede tener incentivos para aumentar las raciones. Cosa que, paradójicamente, es un comportamiento perfectamente racional (si baja las raciones, lo empalan, y en la aldea de al lado las han subido para atraer trabajadores ¿tú qué harías?).
Lo que haría alguien más o menos preparado, sería armar a toda la tribu, atacar la aldea de al lado, hacer esclavos y llevar la contabilidad del consumo total per capita, de la disponibilidad de recursos, de la tasa de reposición. O bueno, algunos gallinas evaluarían si la acción bélica es más o menos costosa que tratar de colaborar con el enemigo, que al fin y al cabo, consume la misma fuente de recursos (claro que si le das demasiada información al enemigo, puede que sea él quien decida atacarte).
¿Por qué reaccionarían con violencia? Porque no conocían la propiedad privada.
Si tú explotas un recurso que es tuyo, te das cuenta de que al ritmo actual de consumo, lo estás agotando. Así que decides, de forma racional, reducir tu ración. El recurso es renovable, basta con dejarlo crecer. Tú mismo controlas la explotación y el reparto: tienes información y actúas en consecuencia. (Hay otro tipo de externalidades positivas donde no me voy a meter, pero por ejemplo, podría nombrar la disminución de la violencia: si todos aceptan la propiedad privada, menos estarían dispuestos a robar, ya que eso consume recursos a los propios violentos e incentiva a los propietarios a organizarse).
Dicho esto, puede ser curioso comparar qué sucede cuando no existe propiedad privada y cuando sí existe.
Caso 1: todo es de todos
Siguiendo los estudios que dicen que los recursos dependen del tamaño de la población y que el tamaño de la población depende del crecimiento de la población en función de los recursos explotados, tendríamos algo como:
Ritmo de cambio de la cantidad de recursos = crecimiento natural de los recursos - crecimiento de la explotación humana de los recursos
Ritmo de crecimiento de la población = Población*(crecimiento vegetativo natural + crecimiento vegetativo debido a la explotación del recurso)
Ambas funciones comparten variables (recursos y población), miden cambios en función del tiempo, y necesitan constantes (tasa de reposición del recurso, mortalidad, fertilidad, etc).
Los rapanui contra la propiedad privada

En ausencia de cosas raras, no es dificil ver que las palmeras tienen hijos más lentamente que los humanos. Y los humanos son voraces. Si todo es de todos y no importas palmeras, en unos siglos te extingues. Es más, cuando ya no puedes aguantar más población, la empiezas a disminuir (gente que se muere de hambre), pero ya será tarde porque las palmeras tardarán todavía en soportar a tu población: más que gente se muere. Llegará un momento en que se recupere el equilibrio natural, pero como todo es de todos, se repetirá el ciclo. Este ciclo se repetirá más veces o menos, pero al final, inexorablemente, morirás.
Caso 2: lo mío es mío y lo tuyo es tuyo
Aquí sería necesario introducir un parámetro que midiera cómo afecta el saber que te vas a quedar sin recursos, a tu ritmo de explotación de recursos. Este parámetro no es trivial. Que tus recursos mengüen, significa que cada vez te cuestan más. Sin embargo, si tus recursos no menguan, te cuesta poco consumir más. Sí, amigos, incluso sin mercado, valoramos las cosas y el tiempo empleado para obtenerlas.
Nuevamente, veamos cómo se relacionan las dos variables en este caso de laboratorio:
Ritmo de cambio de la cantidad de recursos = (crecimiento natural de los recursos - crecimiento de la explotación humana de los recursos)/recursos que exploto o no en función de mi valoración
Ritmo de crecimiento de la población = Población*(crecimiento vegetativo natural + crecimiento vegetativo debido a la explotación del recurso*recursos que exploto o no en función de mi valoración*cantidad de recursos)
Los rapanui contra la propiedad privada

En esta situación, comienzan una explotación de los recursos y un crecimiento de la población similares al Caso 1. Sin embargo, cuando es apreciable la caída de los recursos, la población ralentiza su crecimiento, descendiendo suavemente mientras se da tiempo a que se renueven los recursos. En el largo plazo, la población se estabiliza a un nivel en el que se saca el máximo beneficio a los recursos disponibles en función de la valoración de cada polinesio o pascuence.
Esa cultura ha superado su violenta infancia introduciendo un cambio normativo y de costumbres: la propiedad privada. No se trata de magia ni de un sesudo análisis de psicología del comportamiento o de economía (en todo caso, ese análisis se hace a posteriori).
Por último, a regañadientes debo admitir que existen otros modelos de desarrollo que dependen de la organización social y de los tipos de recursos.
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