Hoy en día, 1005 años después, conocemos y entendemos bastante bien lo que son esas "nuevas" estrellas que de vez en cuando irrumpen con su espectacular brillo en la oscuridad de la noche. Las llamamos supernovas y no son el surgimiento o nacimiento de una estrella sino todo lo contrario, su muerte. Son el último espectáculo que una estrella puede brindar. Un espectacular adiós antes de que desaparezca de nuestras vistas para siempre. La supernova del año 1006 se la conoce con el nombre de SN1006, se encuentra a una distancia de 7000 años luz de la Tierra, dicho de otro modo, su luz tarda 7000 años en llegar hasta nuestros ojos.
Esta supernova es una supernova Ia. Este tipo de supernovas se da en un sistema binario, es decir, son dos estrellas que giran una alrededor de la otra. Una de ellas es una gigante roja y la otra una enana blanca. Esta última debido a su gravedad consigue arrancar material de su compañera, material que cae hacia la enana blanca haciendo que la masa de la misma vaya en aumento, pero este robo de material no continúa indefinidamente. Cuando la enana blanca alcanza 1,4 veces la masa de nuestro Sol, se dan las condiciones necesarias para que se inicie la explosión termonuclear de la misma. Tras esta titánica explosión, alrededor del núcleo de la estrella se esparce todo el material que antes formaba parte de la misma. Ahora tenemos una inmensa nube de gas y polvo que rodea lo que queda de la estrella.
Estas nubes de gas y polvo normalmente no son visibles a nuestros ojos, pero la ciencia ha desarrollado telescopios de rayos-X, gracias a los cuales, sí podemos ver los espectaculares restos de la explosión de una supernova. Uno de esos telescopios es el NASA's Chandra X-ray Observatory. Gracias a él se ha conseguido la mejor imagen del remanente de SN 1006. La imagen es sencillamente espectacular y nos recuerda, cual débil susurro, lo insignificantes y pequeños que somos. El Universo es un lugar lleno de titanes sobrecogedores.