Este vídeo es precioso. Y genial. Se trata de Experimento comparte, una campaña de Acción contra el hambre que persigue recaudar fondos para luchar contra la desnutrición infantil. Pero no es una más y aquí está la prueba.
Lo mejor de esta campaña de comunicación es que funciona y estos son algunos de los motivos:
-Los protagonistas. Son niños y son blancos, están bien vestidos, podrían ser nuestros hijos, sobrinos, el niño de la vecina… Nos llama la atención y nos quedamos viéndolos.
-El elemento sorpresa. La chica se va, los deja solos en una habitación con dos platos tapados encima de la mesa y pensamos, ¿a ver qué hacen?
-El fondo. Nos quedamos mirando, primero, sus caras de pillos descubriendo lo que hay bajo las tapaderas y después, su reacción ante el hecho de que uno tenga un sandwich de Nocilla delante y el otro, no. Y pensamos en lo que le diríamos: compártelo. Pero no hace falta porque les sale solo. Y decimos, eso es, bien hecho. Luego, el mensaje final hace que se nos ponen la cara colorada.
-La lección. Dice Bru Rovira en su libro Áfricas, cosas que pasan no tan lejos, que ante el dolor y la desgracia que vemos en África, preferimos mirar para otro lado porque es preferible ignorar lo que no podemos soportar y también porque, de saberlo, no podríamos soportarnos a nosotros mismos. Esta campaña va por ahí: ¿cómo es posible que haya gente que pase hambre, que muera de hambre, si tenemos alimentos para que comamos todos? La lógica es lo suficientemente insoportable como para dejar de pensar en ello.
-El público. La campaña busca conseguir donantes y lo hace, primero, atrayendo sus mentes, porque es difícil dejar de ver el vídeo pasados unos segundos y porque huye de las imágenes duras que, éstas sí, más de una vez nos hace cambiar de canal. En ese zapping huimos de la culpabilidad de saber que esos dramas podrían evitarse. En esta campaña de Acción contra el hambre también nos sentimos en cierto modo culpables, pero no por ser los ricos que no ponen remedio a ese problema y miran para otro lado, sino por ser unos ricos egoístas. No se trata de donar lo que no es nuestro, los alimentos. Se trata de compartir. Y, para colmo, el mundo al revés: nos lo enseñan los enanos. ¿Tan difícil es?