Revista Medio Ambiente

Los riesgos de ser normal

Por Valedeoro @valedeoro

Niña ajustando las gafas de sol

Ser normal significa encajar con la mayoría que te rodea. Significa no destacar en las cosas equivocadas, o mejor, de no destacar en nada. Significa hacer lo que se espera, de cumplir las normas. No recibirás un premio por ser normal, pero por lo menos cesarán las críticas. O eso era lo que yo anhelaba cada vez que le dije a mi madre que quería ser normal.

El intento de copiar la normalidad de los otros

Quería ser normal para que me aceptaran en el grupo de los guays en la escuela. Me daba vergüenza tener tantos hermanos y que mi padre fuera a la reunión de madres. Quería ir de vacaciones a Mallorca y no a una casa de campo en Alemania. Quería vestir las mismas marcas que los demás. Quería ser como ellos porque pensaba que siendo normal la vida sería mucho más fácil. Pensaba que ser normal era ser feliz y mi aspiración máxima era cambiarme a mi misma y a mi entorno para que encaje con esta idea de normalidad que vi reflejada en mis compañeros de colegio.

Por supuesto que a la vida real mis ideas de normalidad le importaban muy poco.

Normalidad y realidad

Por mucho que quería ser hija única, mis hermanos se negaron a desaparecer. Por mucho que quería que mis padres aceptaran el rol tradicional de familia, mi madre siguió con su carrera mientras mi padre cuidaba de nosotros. Por mucho que me hubiera gustado acompañar a las chicas en sus excursiones de compras, mis padres se negaron a financiarme estas salidas al shopping. Todavía escucho las palabras de mi padre: “Ir de compras no es un hobby, es una pérdida de tiempo. ¿Por qué no te vas a la biblioteca?”.

Era hora de que me buscara otra normalidad, una que encajaba mejor con mi realidad del día a día. Empecé a bailar, a estudiar artes marciales, a devorar la biblioteca a ritmo de 4-5 libros por semana. Poco a poco cambió mi círculo social y me di cuenta que no era tan rara como yo creía. Aprendí de que existen un sinfín de formatos familiares, todos con sus propios encantos y problemas. Comprendí que el éxito de las vacaciones no depende de su lugar sino de las actividades y la compañía. Y me di cuenta de que lo normal es una ilusión que cambia de color según tu punto de partida.

Normalidad, autoestima y objetivos

Recibí un correo de una lectora que me felicitó por mi valentía de haber escogido un brócolis como mi ramo de novia, considerando que lo “normal” hubiera sido un ramo de flores. Sonreí para mi misma al darme cuenta que hoy, finalmente, estoy en paz con mi condición de “no ser del todo normal”. Estoy consciente que mis objetivos no son “normales”, que la familia que formaré no será “convencional” y que mi filosofía de vida tampoco encaja perfectamente dentro de “lo establecido”. Hay días que me asaltan las dudas si estoy en en el camino correcto, hasta que recuerdo que no hay un camino correcto. Soy yo quién decide a dónde quiero ir y cómo llegar ahí. Así que dejo la normalidad atrás y me concentro en mis propios objetivos. Soy diferente, y justamente por eso, no estoy sola. He encontrado mi tribu y juntos hemos creado nuestra propia normalidad.

Porque ser diferente es perfectamente normal.


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