El arqueólogo francés Pierre Montet llevaba ya diez años excavando allí cuando, en febrero de 1939, se vio a sí mismo trabajando en el interior del Gran Recinto del Templo. Aquella zona había sido una de las áreas más famosas para excavar, el también francés Auguste Mariette la había estudiado ya en 1860, y Montet no esperaba hallar nada espectacular. Sin embargo, cuando un grupo de trabajadores descubrió una habitación subterránea secreta, cerrada con un bloque de piedra caliza, cambió de opinión rápidamente.
Osiris, dios de los muertos, agazapado en un pedestal y flanqueado por su esposa Isis, y Horus.
Los monarcas taníticos opinaban que los intentos de proteger las tumbas reales en pirámides o en valles escondidos eran totalmente inútiles. Además, la estructura geológica del delta del Nilo hacía impracticable la construcción de los cimientos enormes y los túneles subterráneos necesarios. En su lugar, los reyes taníticos situaron sus cámaras funerarias dentro de los templos principales de su capital, defendidas por murallas elevadas y una guarda alerta. El trabajador de Montet se había tropezado con una de aquellas cámaras funerarias; una cámara que estaría a la altura de la tumba de Tutankhamon en cuanto a su importancia.Una cámara escondida
La habitación contenía cuatro cámaras de piedra caliza decoradas, con los sarcófagos (ataúdes decorados) de Osorkon III, el príncipe Hornakht, y los restos funerarios de Takelot II y Osorkon I. Un poco más al norte había otra tumba con cinco habitaciones que Montet declaró que estaban dedicadas principalmente a Psusennes I. Lo curioso era que el único sarcófago que había se encontraba en una antesala y pertenecía a Sheshonk II.
Durante un tiempo este enigma desconcertó a Pierre Montet, hasta que descubrió que la cara oeste de la antecámara escondía dos puertas, una de ellas llevaba a la cámara funeraria de Psusennes, y la otra a la de su sucesor, Amenemopet. Cuando Montet retiró el enorme bloque de granito que bloqueaba la entrada, que aún se movía con facilidad sobre sus goznes de bronce, se asomó a una habitación estrecha que contenía un ataúd de granito rosa en el que estaba esculpida la imagen de Psusennes como dios de los muertos, Osiris. Junto al ataúd se hallaron jarras con los órganos vitales del rey muerto, y piezas de oro y plata; en el interior había un segundo ataúd, fabricado en granito negro, y un tercero de plata con una máscara de oro. Ésta era menos detallada que la de Tutankhamon, pero la calidad del material y la elaboración eran, aun así, extraordinarias.
Sarcófago de Psusennes I. Junto a él se hallaron jarras con los órganos vitales del rey. Imagen vía El mundo de los egipcios.
La cámara y el conjunto de artefactos funerarios de Amenemopet presentaban varios problemas. Para empezar, parecía que el lugar no había destinado a él, sino a la reina Mutnodjmet. Al parecer tuvo que ser empleado antes de tiempo cuando Amenemopet falleció a los nueves años de comenzar su reinado.
En segundo lugar, cuando el equipo francés dibujó un plano a escala de la tumba, vieron que los números no cuadraban, había un hueco en el centro que nadie había visto. Las siguientes excavaciones revelaron otra cámara más, la del general Wendjebaendjed, amigo de Psusennes.
Por ahora las tumbas reales intactas halladas en Tanis superan en número a las del Valle de los Reyes. Parece seguro que este amplio yacimiento sagrado será escenario de hallazgos más importantes en los próximos años.
Los monarcas taníticos opinaban que los intentos de proteger las tumbas eran totalmente inútiles.