He leído recientemente un libro interesante: Series de televisión. El caso de Médico de familia, Cuéntame cómo pasó y Los Serrano, coordinado por Mercedes Medina. En él hay un capítulo que me ha gustado especialmente: el de Ruth Gutiérrez, Profesora de Guión en la Universidad de Navarra, sobre “La falacia dramática y representación de la familia”.
Entre otras cosas, Ruth señala que la tan seguida serie de Los Serrano desarrolló su argumento, no pocas veces, en contra de alguna premisa fundamental, constituyendo un ejemplo paradigmático de lo que se conoce como “falacia dramática”: contar la historia o desarrollarla en contra de los principios que rigen su universo dramático.
Así, por ejemplo, el modelo de mujer que pretendía reflejar la serie se caracterizaba por su independencia y autonomía. Un modelo que asumía la premisa de “eres dueña de tu vida y no has de dar explicaciones de tu conducta”. Sin embargo –señala Ruth-, la mayoría de los personajes femeninos (que son más abundantes que los masculinos: están Lucía, Candela, Eva, África, Celia, Ana, Su, Emilia, Teté, etc.) sufren constantemente por problemas de infidelidades, desengaños amorosos, inseguridades, mentiras… Es decir, la serie se vuelve contra sí misma y muestra que esas mujeres, que constantemente afirman su independencia, experimentan en todos los capítulos la dependencia del cariño, de sus parejas. Sienten el anhelo de querer y ser queridas, de lograr una relación (familia, pareja, hogar) que dé sentido a sus vidas.
Cito las palabras de Ruth: “La reincidente conducta dependiente de las mujeres respecto de los hombres y esa evidente necesidad de afecto y vulnerabilidad vital indican algo distinto de la premisa (argumental de la serie). Según la lógica expuesta, el planteamiento de una mujer independiente y autónoma es falso, se trata de una falacia dramática. Basta con analizar, por ejemplo, la sexta temporada de la serie (26 capítulos emitidos semanalmente desde el 9 de enero al 3 de julio de 2007) para extraer algunas consideraciones finales respecto a la imagen de las mujeres y sus relaciones. De entrada, el dato más significativo es que, en todos los capítulos, tres de las cuatro tramas que se desarrollan se basan en conflictos amorosos y sexuales. Aproximadamente el 70% de las tramas principales presentan este tipo de conflictos primordialmente, como solución rocambolesca a un problema laboral o marital.
Por otro lado, el rol que desempeña la mujer en esas tramas es de ‘consuelo’ o de uso instrumental: no perder un trabajo (Miriam); consolar a un hombre solo o sin pareja (Ana, Celia). Entre las mujeres se dan relaciones de apoyo y rivalidad, como las interpretadas por África y Teté frente a Manu, o las de fascinación (Raúl, guille y la pandilla, ante Su y Celia). Los personajes femeninos viven la maternidad como una imposición, como una carga de responsabilidades en las que se evita marcar las reglas a los hijos. De alguna manera, no se ven preparadas para esa labor. La mujer abandona el hogar para volcarse en el plano profesional y en el lúdico. Del plano profesional surgen los conflictos que la sumen en una constante insatisfacción afectiva (fomentando los juegos sexuales y el intercambio de parejas en los adolescentes) que la convierten en un ser muy vulnerable y frágil, en contradicción con su supuesto carácter independiente”.
Con este planteamiento, no es extraño que el hogar de “Los Serrano” no sea nunca un lugar acogedor, donde encontrar el aliento y la ternura; porque, entre otras cosas, la madre parece haber perdido su identidad.