La hepatitis C es una enfermedad infecciosa del hígado que se transmite a través de la sangre. Ciertas personas infectadas pueden no mostrar signos aparentes de la enfermedad durante años. Por otro lado, cuando aparecen ciertos signos, suelen durar unos tres meses.
La hepatitis C se manifiesta normalmente por una fatiga crónica, un dolor que aparece en el cuadrante superior derecho, pudiendo propagarse por la espalda, y provocando vómitos y náuseas. Una persona portadora del virus está sujeta a un alternancia de fases de enfriamiento y de períodos de fiebre.
Uno de los signos evidentes de la infección se traduce por la presencia de heces líquidas. La coloración oscura de la orina es una manifestación corriente en las personas afectadas. Por otro lado, el color amarillento de la piel y del blanco de los ojos puede ser un síntoma de tener una hepatitis C.
El enfermo de hepatitis C presenta una serie de desarreglos a nivel del apetito. Los dolores de estómago pueden confundir la identificación del virus en el hígado. A veces, la enfermedad se revela a través de una infección crónica del hígado. En estado más avanzado de su desarrollo, el virus de la hepatitis C puede provocar un cáncer de hígado.
En casos muy raros, la enfermedad se declara por una serie de signos específicos tales como la aparición de un prurito acompañado de un ligero estado gripal. Cuando los síntomas comienzan a manifestarse, al cabo de 3 a 12 semanas más o menos, pueden ser dolores abdominales y musculares, desarreglos en el sueño, y dolores en las articulaciones.
La pérdida de peso, la diarrea, los dolores de cabeza también se asocian a la hepatitis C. Esta enfermedad infecciosa puede estar en el origen de ciertos cambios bruscos de humor, de un estado depresivo, y de algunas perturbaciones como problemas cognitivos o dispépticos.