Revista Espiritualidad
LOS SUEÑOS EN EL DIAGNÓSTICO DE LA PSICOPATÍA. Segunda parte
José Antonio Delgado González. Psicólogo y terapeuta de orientación junguiana.
En nuestro artículo anterior sobre los sueños en el diagnóstico de la psicopatía, publicado en Psicología profunda y espiritualidad, presentamos un sueño de un paciente cuyo impacto en su consciencia fue tan extraordinario que aún lo recordaba incluso después de haber transcurrido más de tres décadas. Como vemos en el caso que nos ocupa, estos sueños de marcado simbolismo arquetípico suelen dejar una "huella" indeleble en la memoria de quienes lo han tenido. Como vimos, dicho sueño es una expresión del ambiente en el que Pedro había permanecido durante los primeros veinte años de su vida. Reproducimos aquí dicho sueño para facilitar la comprensión del artículo:
"Me encuentro en un espacio subterráneo, oscuro y en el suelo hay llamas. El lugar se me parece mucho al infierno, tal como lo relatan en el cristianismo. A mi alrededor hay muchas personas, algunas me son conocidas, otras no, pero es como si estuvieran sin vida. De pronto miro hacia lo algo y veo a una figura inmensa, una especie de demonio de color rojo, que me provoca un miedo espantoso. De las manos de ese demonio penden unos hilos que terminan en la espalda de las personas que estamos en esa especie de infierno. Recuerdo que me desperté espantado."
Al margen de la función compensatoria del sueño, que advierte a la consciencia de que está viviendo en una atmósfera psicopática (diabólica, en el sueño), los sueños de niñez suelen contener semillas simbólicas que se desarrollarán en el futuro destino de quien los tiene. Por supuesto, dado lo poco diferenciada que se encuentra la consciencia en la niñez, dicho sueño no puede ser comprendido sino cuando el yo está suficientemente consolidado como para "digerir" y "asimilar" aquello a lo que dicho sueño apunta y expresa en un lenguaje simbólico. Por ese motivo, el trabajo de análisis e interpretación se produjo cuando el paciente me relató su sueño rondando ya la cincuentena. Un sueño terrible que anticipa una iniciación en los oscuros dominios del inframundo, en donde rige un padre oscuro y terrible de carácter plutoniano. Se trata del reino de Hades, "el invisible", dios de los muertos, conocido por su extrema cólera y su terrible crueldad. En la mitología su reino era descrito como un lugar invisible, sin salida salvo para los que creían en las reencarnaciones, perdido en las tinieblas y el frío, frecuentado por monstruos y demonios que atormentan a los muertos. En la cosmología azteca el dios de los infiernos lleva a la espalda el sol negro de la noche y tiene por animales simbólicos a la araña y la lechuza. Este sol negro es la antítesis del sol de mediodía (símbolo de la vida triunfante) y simboliza lo maléfico y devorador de vida. Para los alquimistas el sol negro es una representación de la materia prima, no trabajada, ni puesta en vías de evolución. Desde un punto de vista psicológico se trata del hombre que vive en el estado más primitivo y animal, en su estado más elemental; también, por cierto, alude al mal, a la oscuridad saturnal. Se relaciona, por tanto, con la nigredo, etapa de oscuridad de la consciencia, de confusión y desorientación, asociada a la vivencia de cierta melancolía, y en la que tiene lugar la descomposición y putrefacción de la materia prima. Esta etapa se relaciona con la iniciación a los misterios de la naturaleza y, en sentido psicológico, con el acceso al descubrimiento de lo inconsciente colectivo y sus contenidos: los arquetipos. En otras palabras, quien accede al mundo de Hades, aquel que desciende a lo profundo de los infiernos, entra en contacto con las semillas de desarrollos futuros y descubre aquellos valores que están ausentes en la sociedad y cultura en la que vive y cuyo desarrollo compensa y completa a la consciencia colectiva. Por tanto, a las personas que forman parte de la constelación familiar que gira alrededor de un psicópata, que describimos en la primera parte de este artículo siguiendo al Dr. Hugo Marietan, podemos añadir un cuarto elemento:
-Personas, normalmente hijos/as, que pueden iniciar un proceso de individuación presionados por un ambiente externo dominado por un sol negro. Para que esto suceda se tienen que dar varias condiciones o requisitos: a) Una personalidad resiliente y con capacidad de transformación interna (metanoia); b) Presencia de alguien, ajeno a la constelación familiar, con quien la persona pueda relacionarse durante la niñez y/0 adolescencia-juventud, que le ayude a conocer todo el abanico de emociones humanas -que faltan cuando un psicópata domina a una familia- y que le guíe en el descubrimiento de sí mismo. Además, puede darse también la circunstancia de que la acción psicopática del progenitor psicópata tenga lugar fuera del ámbito familiar y/o que su efecto se vea "amortiguado" por una persona excepcionalmente dotada para ejercer de madre/padre, incluso con un/a psicópata como pareja, lo que favorecería la individuación en el/la hijo/a. Todos estos factores forman parte de un proceso resiliente por lo que podríamos simplificar afirmando que este es el factor fundamental para que se pueda producir el inicio de una individuación en el seno de una familia con un progenitor psicópata.
No es fácil que todas estas condiciones se presenten a la vez, por lo que el inicio de un proceso de individuación en el seno de una familia regentada por un psicópata resulta más bien excepcional. No obstante, por más excepcional que resulte, puede ocurrir y, de hecho, ocurre.
En ocasiones, los sueños anuncian la proximidad de una personalidad psicopática en los inicios de una relación. Así sucedió con Beatriz, una inmigrante de 40 años que había venido a España unos meses atrás, había conseguido un trabajo y estaba formalizando su situación. Beatriz conoció a Julio, un joven que ella describe como "encantador", siempre dispuesto a ayudarla con la convalidación de sus estudios y con todo lo referente a la burocracia necesaria para legalizar su situación en España. Julio se mostraba siempre muy atento, resolvía cualquier problema que le pudiera suceder y le hacía sentirse segura y protegida. En una ocasión, mientras trabajaba como camarera durante jornadas interminables, Beatriz comenzó a padecer de lumbalgia. Como su médico no le daba la baja laboral, Julio se presentó con ella en el médico y, tras hablar con este, consiguió que le concedieran la baja a Beatriz. A pesar de que Julio le parecía encantador y muy atento, Beatriz tuvo el siguiente sueño en los comienzos de la relación:
"Un hombre horrible, como demoníaco, con un aparente "retraso mental", me persigue. También me persiguen todos los hijos que tengo con él, que son muchos e igual de horribles que él. Me siento muy asustada y no comprendo cómo es posible que me una a esta bestia y, además, que tenga tantos hijos con él. Intento escapar de ellos pero corren detrás de mí." Este sueño fue tan vívido que nunca me olvidaré de él. No pude comprender su verdadero significado hasta que me sentí atrapada en la relación con mi expareja.
Beatriz me relató este sueño años después de que la relación con Julio hubiera terminado y cuando ya había rehecho su vida con una nueva pareja. El sueño compensa la fascinación que Beatriz sentía conscientemente y muestra que, la persona con la que estaba empezando a intimar, no era el hombre encantador que parecía ser. Se había constelado en la psique de Beatriz el arquetipo plutoniano y había atraído a su vida a un psicópata. El sueño anuncia que todo aquello que ella "geste" con el psicópata tendrá las mismas características que el "progenitor". Esto se manifestó de la siguiente manera: Julio utilizó a Beatriz como testaferro para solicitar varios préstamos y la incluyó en una empresa de fontanería. Beatriz tenía la ambición de aumentar su nivel de ingresos y vivir mejor que hasta entonces. Pero Julio, cuando Beatriz se dio cuenta de con quién se había juntado y se quiso separar de él, la entrampó en un conjunto de deudas que aún en la actualidad continúa pagando. Al hijo que tuvieron juntos lo sometió a un terrible lavado de cerebro hasta que las defensas psíquicas del niño sucumbieron y consiguió quedarse con su custodia. A día de hoy, varios años después de la separación, Beatriz sigue pagando las deudas que le ha dejado Julio, y no puede ver a su hijo por el trabajo constante de manipulación que el progenitor psicópata ha estado haciendo con médicos, psiquiatras, psicólogos, abogados y jueces. El "retraso mental" al que alude el sueño y que relaciona con una cualidad demoníaca es la "carencia de conciencia moral" del psicópata, la falta de escrúpulos y la imposibilidad de empatizar. Literalmente se trata de un "déficit de humanidad". Esto nos recuerda al término que el psiquiatra inglés James Cowles Prichard utilizó para referirse a lo que hoy conocemos como psicopatía: "moral insanity" (locura moral).
En próximos artículos desarrollaré este y otros casos similares.
Sus últimos artículos
-
Revisión de la evidencia científica de la eficacia de la psicoterapia junguiana.
-
Exploración de las Causas de la Depresión Posparto y su Relación con Trastornos de Personalidad y Mentales en Madres
-
Sobre la espiritualidad gnóstica: el despertar de la chispa divina.
-
Una crítica junguiana a los abordajes del narcisismo que estigmatizan al narcisista y victimizan al otro.