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Los talentos de Dios

Publicado el 04 febrero 2014 por Jesús Marcial Grande Gutiérrez
Los talentos de Dios
No me diste, Dios mío, el prodigioso talento de la memoria, el supremo poder del recuerdo fácil que permite contemplar, a vista de pájaro y con ojo de águila desde las alturas del tiempo, los nítidos detalles de nuestra historia.
No tengo , Señor, los reflejos felinos de una inteligencia ágil, instantánea; la habilidad de la respuesta precisa en el bote pronto de cada discusión, de cada decisión apremiante.
Me negaste el don de la palabra, la facilidad del verbo para expresar lo que quiero y lo que debo.
No recibí tus regalos para hermoso arte del teatro, para la gracia en la expresión corporal, para la divina plasticidad del mimo con que encadenar dinámicas esculturas de belleza irrepetible.
Me reservaste el talento del sentir multiplicado hasta que, agotados uno a uno, mis sentidos se van debilitando con los años. Pero aún me quedan los delicados sensores del alma bien calibrados para el gozo y el dolor, la dicha y la alegría, el amor y el odio... especialmente aquilatados para la belleza.
Arrojaste sobre mí vendavales de fantasía, tormentas de alucinaciones, lluvias de chispas ingeniosas, relampagueos de espejismos, nubes de ensueños, helados copos de ilusiones... Me diste tantos que me cuesta contenerlos. Me desbordan saliendo a borbotones, rebosando el vaso de la razón y desparramando quimeras por mi entorno. Yo te agradezco mi locura.
Me concediste el premio de la diferencia, el interés del patrón desigual, el honor del molde único, el precioso estigma de la rareza. Y por ello te doy las gracias.
Quisiste que navegara por el mar embravecido, solo ante el oleaje con los timones rotos, las velas desgarradas, el casco destrozado... Pero me diste el talento de la supervivencia aunque no sepa reconocer tu custodia en el peligro.
Y pusiste en mi camino el árbol del bien y del mal para que comiera, para saciar mi vital curiosidad. Tu serpiente sestea de mortal aburrimiento pues conmigo lo tuvo fácil: comí por querer saber sin necesidad de comercial alguno. Gracias, Señor, por expulsarme de tu paraíso.

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