Los taxistas de París son casi aristócratas. Trabajan en grandes berlinas muy confortables, de las mejores marcas. Parece que existen muy pocas licencias, para lo extensa que es la aglomeración metropolitana. Y es una imagen muy habitual ver a una cola de clientes potenciales negociar por turno el trayecto requerido, con un taxista displicente, que escogerá al cliente cuya petición mejor le convenga. Especialmente en las horas punta, por ejemplo, por la noche tras salir de cena y copas, cuando queremos volver al hotel.
(Cola de espera de taxis en la Terminal 1 del Aeropuerto de Madrid-Barajas. Autor: Joan Rodes. Fuente: http://www.flickr.com/photos/joan_rodes/).
En Madrid parece que las cosas son claramente diferentes. Porque con la cantidad de taxis que se pasan horas parados a la espera en Barajas, todo parece indicar que debe haber demasiados taxis en Madrid. Y si nos centramos en el servicio de taxi en el Aeropuerto de Barajas (Terminal 1), entonces tenemos un escenario que requiere un cierto desarrollo.
En algunas ciudades del Tercer Mundo, donde el atraco a mano desarmada era práctica frecuente de los taxistas contra los viajeros, se implantó un sistema de prepago. Yo lo he conocido, por ejemplo, en México DF y en Río do Janeiro, pero sé que se practica en muchas otras capitales. La ciudad se segmenta en un número limitado de zonas, y cada zona tiene su tarifa concreta, que se paga en un mostrador habilitado al efecto. El cliente recibe un vale, que entrega al taxista. Si se quiere, es posible también habilitar diferentes zonas de recogida de clientes en el aeropuerto, para recorridos de importes en un cierto rango. El taxista escogerá si prefiere esperar más para una carrera más valiosa, o cargar antes, para una carrera de menor importe.
En Madrid se ha insinuado implantar este método en alguna ocasión, con la oposición frontal del gremio de los taxistas. He visto incluso pintadas con letras de a metro en contra de esta iniciativa. Porque cualquier intento de establecer un cierto orden parece ser una agresión frontal al mundo del taxi.
Hablo de los taxistas de Barajas, y no de los taxistas en Barajas, porque estoy convencido de que no todos los taxistas de la capital basan su jornal en esperas interminables en las colas del aeropuerto (dicen que más de dos horas es habitual) persiguiendo la suerte de pillar a un pipiolo que pague cien euros por ir a un Hotel de la Castellana, o que tenga que viajar a cuarenta (o a cien) kilómetros de Madrid.
Yo siempre he tenido la desgracia de vivir relativamente cerca de Barajas. Antes vivía en la zona de Pradillo, y desde hace unos años vivo cerca de la Gran Via de Hortaleza, para quien conozca Madrid. A mi casa actual, la carrera desde el aeropuerto es de unos 17-20 Euros.
He vivido experiencias surrealistas varias veces. Recuerdo a un taxista que, tras subirme (yo y el equipaje) en el coche y decirle el destino, empezó a poner toda clase de inconvenientes (esquivando el problema principal). Parece que tenía que hacerle esa misma noche la revisión completa al coche, cambiar los neumáticos y levantar la culata, y la carrera se iba a prolongar. Hasta que consiguió echarme del coche, con destino a ninguna parte.
Los últimos años no había tenido ningún problema de este tipo, pero es que llegaba siempre a la nueva Terminal 4 (donde parece que el sistema se ha diseñado desde cero, e igual es más eficiente), o de las Terminales Nacionales (la 2 ó la 3). Pero ayer tuve la desgracia de volver desde Londres en una low-cost y llegar a la Terminal 1, donde da la sensación de que los viejos (y peores) hábitos, han sobrevivido entre los taxistas que allí esperan. Se decía que no todos los taxistas podían ponerse en la cola de la Terminal 1, sino que había que pertenecer a la Cofradía de los Taxistas de Internacional.
El caso es que ayer me tropecé con un cafre. Tras embarcar mi equipaje (con comentarios sobre el peso de la maleta mediana que llevaba, en la línea de acusarme de contrabandista de libros), arrancó el coche, y cuando le dije el destino, frenó en seco, y poco menos que me echó del coche.
Implícitamente, me acusaba de ciudadano incívico, que quería que un probo trabajador que llevaba dos horas y media tocándose los genitales en la zona de espera hiciera una carrera corta y de importe modesto.
Claro que los tiempos avanzan, y el progreso es imparable. Se han inventado (no sé muy bien quién), de forma yo creo que prácticamente clandestina, porque nada se sabe ni se indica sobre ello, una parada de taxis en la zona de Salidas (piso superior), no en la de Llegadas. A ella acuden los taxistas que no están dispuestos a caer en todos los vicios durante largas horas de espera, y prefieren una carrera rapidito, aunque sea corta. Se supone que, por ciencia infusa, los viajeros que deban desplazarse del aeropuerto a zonas más o menos próximas (¿cuál es el mínimo para no despertar las iras de la Cofradía de Llegadas?) irán de modo natural a coger un taxi en la parada de Salidas. Kafkiano, sin duda.
Desde siempre era un hábito conocido (e ilegal) los acuerdos puntuales entre un viajero y un taxi que casualmente pasaba por allí, en la planta de Salidas. Pero ahora lo han legalizado, al menos eso parece.
Así que, querido lector, si llegas a la Terminal 1 de Barajas, y debes ir a cualquier sitio al Este de la Castellana (es mi hipótesis), mejor sube al piso de Salidas, y toma un taxi en la paradita que parece que está habilitada al efecto, aunque nadie lo sabe. Si no te gusta sentirte culpable de estar esquivando un cierto orden establecido, tengo que decirte que hay una señal que habilita aparcamiento para taxis (con capacidad para unos cinco o seis vehículos).
Alternativamente, quizá, la Autoridad podría exportar a la Terminal 1 el modelo, que parece funcionar mejor, de la Terminal 4.
O quizá se podría erradicar a la Cofradía. Pero esa parece Misión Imposible.
O se podría considerar el modelo de prepago, que ha resultado ser imprescindible en las grandes capitales del Tercer Mundo.
Que, por lo visto, a lo mejor sólo eso somos.
JMBA