Stan Winston no creo que necesite presentación alguna, pero por si las moscas he de comentar que fue creador de no pocos efectos especiales que pasarán a la historia del cine. Sea por su labor en Terminator o por el diseño de multitud de personajes emblemáticos del séptimo arte.
En un momento dado dió el salto a las labores de dirección, más concretamente en la década de los ochenta y para ser más explícitos en la cinta de terror titulada Pacto de Sangre (1988). La película que a continuación voy a comentar, a la cual tendríamos que darle una oportunidad en lo que ha su visionado se refiere. Dentro de su limitadísima filmografía como director cabría destacar una tontería titulada Gnomo Cop, el resto digamos que no merece casi ni la pena comentarlo(algo relacionado con Terminator y otra cosa con Michael Jackson).
Pacto de Sangre (o Pumpkinhead en su versión original) trata sobre la venganza. La venganza que un padre quiere llevar a cabo por la muerte accidental de su hijo a manos de un jovenzuelo que estaba practicando moto cross con unos amigos. El planteamiento recuerda a muchas de las películas terror de aquellos años, y de estos ya puestos, ya que la temática no ha cambiado sustancialmente. Adolescentes que van cayendo uno a uno y que suelen morir de las maneras más sangrientas u horrorosas que al guionista de turno se le pasa por la cabeza. Hasta ahí no hay nada que pudiéramos llamar “original”, cosa estúpida por otra parte, ya que dicho adjetivo parece que lo deseamos a cualquier precio, mientras que a veces es más importante como nos muestran las cosas que el fondo en sí.
Son varios los elementos que hacen que Pacto de Sangre merezca la pena y deje un buen sabor de boca en el espectador, sin ser demasiado exigente y sabiendo de antemano que no vas a ver una película que marcase un antes y un después en un género saturado y repetitivo la mayoría de las veces.
Uno de ellos sería la interpretación de Lance Henriksen (más conocido por su papel de Bishop en la película Aliens. Ya que su apellido suele dar quebraderos de cabeza a más de uno). El papel de padre sufridor por la muerte de su único hijo y la posterior elección que lleva a cabo no hace si no provocar la empatía con el espectador.
Por otra parte, el diseño del monstruo es impecable. Para mi parecer uno de los mejores que se hicieron en la década de los ochenta y que en cierta forma ha recibido poco reconocimiento al ser la película una obra menor. Todos recordaremos a Alien o a Predator, pero Pumpkinhead (en la película lo denominan “el cabezón”) es sin lugar a dudas uno -si no el definitivo- de los puntos más atrayentes de la primera película de Stan Winston.
El tercer y último punto positivo sería la ambientación. Por una parte necesario en ocasiones para maquillar un presupuesto bajo, pero que aquí se erige como un elemento imprescindible para infundir terror tanto a las pobres víctimas como a quienes les acompaña en su fatal destino -nosotros-.
Hasta aquí he hablado de lo más positivo y más destacable de la cinta. Pero, como no podía ser de otra forma, algunas cosas hacen que no llegue a ser una de las grandes o de las más recordadas. Si cambiamos a ese demonio creado por un acto vengativo la película no dejaría de ser la típica protagonizada por un slasher al uso, aunque bien es cierto que la mayoría de este tipo de películas pecan de utilizar ciertos recursos argumentales mil vistos en películas nocturnas y que han llegado a inquietar a más de uno. Los protagonistas, esos jovenzanos que sabemos que no durarán mucho y que irán cayendo uno a uno de la forma más horrible posible (algunas de las muertes están muy bien logradas), acaban siendo la carnaza que echas al Tiburón y que a la larga poco o nada importan. Estarán los de siempre. El chulillo del grupo, el cobardica y las chicas (unas más inteligentes que otras, como marcan los cánones). Nada nuevo en el horizonte la verdad. Aunque quiero romper una lanza hacia ese tipo de personajes, con los cuales nos hemos reído muchísimas veces. Sean los que se van a mear y acaban empalados, los que después del coito de rigor van a la nevera por una cerveza y nunca más se sabe de ellos o las niñas monas (sean rubias o morenas) que gritan el nombre de su novio para dar pistas de donde estan al asesino. Lo dicho, un placer conoceros a todo/as, aunque sea brevemente, ya que el guión y la duración no suele dar para mucho en estos casos.