Revista Cultura y Ocio
Pocos elementos de lo que conocemos como “cultura caballeresca” han hecho volar tanto la imaginación y han inspirado tantas obras literarias y artísticas como los torneos. Este tipo de juegos gozaron de una aceptación superior, incluso, a la de algunos deportes de nuestro tiempo, levantando enormes pasiones entre sus seguidores.
Los orígenes de este tipo de eventos, que algunos especialistas sitúan en los duelos que se presentaban entre los campeones de cada uno de los bandos antes de una batalla o en los juicios de Dios, son bastantes oscuros. Su origen francés, región en la que adquirirían su máxima popularidad, parece innegable, de ahí que en su inicio fueran denominados como conflictus gallicus y sólo, muy posteriormente, empezaran ha ser denominados como torneos. Por otro lado la extensión de este tipo de espectáculos sólo se desarrolla a partir del siglo XII, siendo muy complicado rastrear su presencia con anterioridad.
Este fenómeno presenta tres aspectos bien diferenciados: un aspecto lúdico, ya que se presenta como un juego propio de caballeros; un carácter festivo, que los convierte en una fiesta multitudinaria en la que junto a los combates propiamente dichos se come, se bebe, se baila, etc. Por último, no hemos de olvidar su función utilitaria preparando a los caballeros para un conflicto real. El torneo es una reproducción del campo de batalla.
En un primer momento los torneos se presenta como un conflicto multitudinario cuerpo a cuerpo. El conflicto admite tiempos muertos y el riesgo es menor que en un campo de batalla de verdad, aunque sigue presentando grandes riesgos, de hecho, hasta el siglo XIII estos combates se diferencian poco de una confrontación real. El objetivo de los caballeros es capturar al mayor número posible de adversarios, haciéndose, de esta manera, con sus costosos equipamientos y permitiendo al vencedor pedir rescate por el vencido en numerosas ocasiones. De hecho, para los hijos segundones los torneos eran, junto con la guerra, uno de los escasos lugares donde tenían la oportunidad de promocionarse socialmente. En este sentido es célebre el caso de Guillermo el Mariscal, protagonista de una bella obra escrita por el célebre medievalista Duby.
Es en estos torneos donde mostrará su máxima expresión ese célebre fenómeno que ha venido ha ser denominado como “amor cortés” y al que ya dedicamos su correspondiente artículo. Los caballeros no dudan en combatir por una dama en concreto. El comportamiento de los participantes se va refinando poco a poco, transformándose el torneo y adquiriendo la imagen familiar que ha llegado hasta nosotros a través de numerosas obras literarias y cinematográficas.Mucho más en... http://selvadelolvido.blogspot.com/