El gigante enterrado, de Kazuo Ishiguro
Ishiguro es el autor del libro en el que se basa "Lo que queda del día". Recuerdo haberla visto en el cine en su momento y pensar: "vaya rollo". Pero fue culpa mía, que era una cría que no supo apreciar la emoción, la clase y la sutileza de una obra maestra. Luego la volví a ver y reculé y por el buen recuerdo que guardo de "Lo que queda del día", pensé que ya era hora de leer algo de Kazuo Ishiguro.

"El gigante enterrado" es, según su contraportada, una novela de espada y brujería pero para adultos. Un "Señor de los anillos" meets "Juego de tronos" pero en serio, con su cosa reflexiva y filosófica. Yo tengo mis reparos con este género que, demasiadas veces, consiste en gente andando por bosques hasta que, de repente, aparece un dragón. Y en "El gigante enterrado" los personajes andan mucho, muchísimo. Los protagonistas de la novela, una pareja de ancianos, recorren la antigua Gran Bretaña, dividida entre britanos y sajones, buscando la aldea de su hijo y, de vez en cuando, se encuentran con otras gentes y hablan de sus cosas con este estilo tan ameno y directo: "Por mi honor que lo haré, Señor, tenedlo por seguro"; "¿seguro que no os equivocáis, anciano?"; ¿qué pretendéis, señor, apareciendo por aquí con la espada desenvainada?"; "un buen consejo, gracias, señora. Ahora debo callarme o descubrirán que no soy mudo"; "creo, princesa, que mañana podríamos tomar el camino de la montaña sin problema en lugar de ir por el que atraviesa el bosque".
A mitad de libro me harté de las caminatas de los ancianos, del estilo de relamido cuento moral y de la lentitud de una trama que no parecía arrancar nunca. 150 páginas... y aún no había aparecido el dragón.
Teoría King Kong, de Virginie Despentes
Escribo desde la fealdad, y para las feas, las viejas, las camioneras, las frígidas, las mal folladas, las infollables, todas las excluidas del gran mercado de la buena chica, pero también para los hombres que no tienen ganas de proteger, para los que querrían hacerlo pero no saben cómo, los que no son ambiciosos, ni competitivos, ni la tienen grande. Porque el ideal de la mujer blanca, seductora, que nos ponen delante de los ojos es posible incluso que no exista.

La rueda celeste, de Ursula K. Le Guin "La rueda celeste" comienza con una gran idea. Su protagonista es George, un tipo gris, normal, salvo por un pequeño detalle: sus sueños se convierten en realidad, tanto que cambian el mundo, hasta el pasado. Pero George no controla sus sueños en absoluto:
¿Quién soy yo para entrometerme en cómo funcionan las cosas? Y es mi inconsciente lo que las altera, sin la intervención de un control inteligente. Los sueños son incoherentes, egoístas, irracionales, inmorales (...) Los sueños son atajos.

Las cosas no tienen propósitos, como si el universo fuese una máquina y cada una de sus partes tuviese una función útil. ¿Cuál es la función de la galaxia? No sé si nuestra vida tiene un propósito, y no veo que eso importe. Lo que importa es que somos una parte. Como un hilo en una tela o una brizna de hierba en el campo.
El diario de Edith, de Patricia Highsmith

"El diario de Edith" es la historia de una derrota. Edith tiene un marido, un adosado, un hijo, un gato, ilusión por fundar un periódico local... sí, es verdad que su hijo se comporta de manera fría y errática, pero Edith confía en que cambiará con los años. Pero los años solo traen malas noticias a Edith que lo aguanta todo con estoicismo, dignidad y un orgullo exagerado que le impide aceptar ayuda. Su única vía de escape es su diario, donde escribe una vida inventada, alejada cada vez más de la realidad.
Edith trabajó tenazmente, con una actitud de estar-tan-sólo-en-lo-que-se-hace más pronunciada que de ordinario. "No pienses, sigue moviéndote" era el consejo que se daba a sí misma con mucha frecuencia y a veces añadía "No le busques sentido", porque si lo hacía, aunque sólo fuese durante medio minuto, se encontraba perdida, separada de su verdadera ancla, que no era Brett, sino una especie de resignación muy firme. Edith no sabía cómo llamarla, pero sí sabía lo que era, conocía la sensación. Era un sentimiento de seguridad, la única seguridad de la que era consciente ahora, o la única que tenía.
Estaba su diario, por supuesto.
La novela te atrapa desde el principio, transmite una sensación de que algo terrible va a pasar en la página siguiente. Los personajes de Highsmith no son héroes, ni dignos de admiración, no son ni simpáticos. Son débiles, sorprendentes, ambiguos y por eso mismo te atrapan tanto como la propia trama. Vamos, es lo que viene siendo una escritora como la copa de un pino.
Y vosotros, ¿qué habéis leído en este 2018 que os haya encandilado?