Viejas fotos remasterizadas y coloreadas a mano de los últimos Samuráis de la década de 1800. Descubiertas por Retronaut, nos muestra el ocaso de la época entre 1863 y 1900. Los samuráis estaban fuera de la ley y se disolvieron en 1868, años que marcan el fin del feudalismo en Japón y el comienzo de la era moderna...
Retronaut es un enclave digital aislado del presentismo que reúne fotografías y fragmentos retro. Piezas históricas que, según su creador Chris Wild, "nos permiten imaginar otro ahora". No es el único sitio en hacerlo en la red, pero sí uno de los más activos.
En ausencia de la posibilidad de volver atrás en el tiempo, el creador de Retronaut se propuso encontrar una forma de hacerlo a través de fragmentos antiguos. "No encontraba una web que me permitiera buscar en el tiempo de la forma que yo quería. Quería poder bucear en cada década. Retronaut me deja hacerlo y me da a mí y a las personas que visitan la web una plataforma del tiempo", explica Wild quien gestiona el site desde su casa en Oxfordshire (Reino Unido).
En el antiguo Japón, un grupo de temerarios guerreros tenían el rol de comandar la defensa de la nación y fueron tan efectivos en la práctica, que se convirtieron en una verdadera leyenda. En un principio, los samurái eran quienes defendían a la nobleza, pero con el tiempo se convirtieron en una clase social, una especie de élite de soldados por sobre el común. Se cree que, en el momento de mayor apogeo de estos guerreros, el 10% de los japoneses era samurái.
Las mujeres y niños también podrían ser parte de esta casta de guerreros valientes, aunque con diferentes roles. Las mujeres recibían entrenamiento en artes marciales y de ser necesario, también acudían al campo de batalla.
Las relaciones entre dos hombres samurái o entre un samurái y el joven que entrenaba, eran comunes y aceptadas. De hecho, se cuestionaba a un samurái si no mantenía relaciones sexuales con su aprendiz, ya que era parte importante de la formación del lazo. Esta practica, era conocida como wakashudo.
Era importante que la espada de un samurái fuera precisa y tuviese el filo necesario. Para probarlo, usaban un método poco tradicional. Colgaban el cadáver de un enemigo en un árbol y realizaban 16 cortes sistemáticos por sobre su cuerpo.
Si un samurái caía en manos de un enemigo, este se suicidaba realizando cortes paralelos sobre su estómago. Si éste perdía su honor o caía en desgracia, lo honorable era suicidarse. Esto se realizaba mediante una ceremonia en la que, primero comía su plato favorito y luego se le entregaba una daga. El suicidio del samurái recibía el nombre de harakiri y lejos de la infamia, ésta era una práctica sumamente noble.
En honor a su código llamado Bushido que consistía en ocho reglas principales, estos soldados fueron guiados por las ideas de la justicia, el coraje, la benevolencia, el respeto, la sinceridad, el honor, la lealtad, y el autocontrol.
Si bien los samurái eran japoneses pertenecientes a un cuerpo de élite, unos cuantos hombres occidentales también ostentaron ese honor. Los europeos William Adams, Jan Joosten van Lodensteijn, Eugene Collache y Edward Schnell, fueron ungidos como samurái gracias su cooperación e influencia en la cultura bélica del Japón.