Editorial Salto
de Página. 257 páginas. 1ª ediciones de 2015.
Conozco a Roberto de Paz (Madrid, 1982) de internet. Hemos coincidido más de
una vez en Facebook o en blogs de literatura. Es cierto que nos vimos una vez
en persona, en una presentación; pero yo no estaba seguro de que fuera él y no
llegué a saludarte. Luego, a través de la red (nuestro medio natural para
relacionarlos) ya me contó que a él le había pasado algo parecido. Hace unas
semanas quedé en la librería-bar Tipos
Infames de Malasaña con su editor actual, Pablo Mazo, para tomar algo y pasarle mi novela Los
insignes. Pablo me regaló el libro de Roberto, recientemente publicado.
A éste último también le envié Los
insignes, y creo –por lo que me contó a través del chat de Facebook- que
las impresiones fueron positivas.
El protagonista de Los
valientes es Tirso, un treintañero que ejerce de trabajador social en
uno de los últimos veranos de un Madrid ardiente. Roberto de Paz también es
trabajador social e imagino que habrá usado su experiencia laboral para
ilustrar más de una de las anécdotas que sobre esta profesión recorren el libro.
Tirso empieza después de años a cuestionarse su trabajo: “Cómo se sienten las
personas cuyos empleos están libres de consideraciones éticas y existenciales.”
(pág. 21)
A Tirso le acaba de dejar su
novia, y este hecho parece actuar como un motor de impulso para acercarle a su
pasado. A través de capítulos que alternan el presente con la historia familiar
de Tirso vamos conociendo al resto de personajes: Julia, la madre, fue una
destacada licenciada en Físicas, que se casó con William Gibbons, el primer astronauta
británico, que murió en 1986, en el accidente del trasbordador espacial
Challenger (si bien el Challenger de esta novela se desintegrará al reingresar
en la Tierra tras realizar su décima misión y no en el despegue, como ocurrió
en la realidad). En la actualidad Julia ha dejado atrás su pensamiento
científico y trata de encontrar la presencia de su marido en universos
alternativos, a través de las continuas fotografías de los espacios de su casa.
David, el hermano de Tirso, también estaba presente en la estación de Robledo
de Chabela para ver en directo como su padre volvía a la Tierra cuando ocurrió
el accidente. David tiene un carácter introvertido, y junto a su hermano se
aficionó de niño a los grupos scouts. Esta afición le llevará a la escalada,
hasta que acaba teniendo dos accidentes serios que le llenarán de culpabilidad.
En el presente de la novela vive encerrado en un bajo, tratando de encontrar
una máquina que consiga el movimiento perpetuo. Otro de los personajes será
Helena, vecina de Rosa, la tía de Tirso y David en Alcorcón, ciudad del sur de
Madrid a la que se trasladará a vivir Julia con sus hijos después del accidente
en el que ha perdido a su marido. Helena es hija de un padre maltratador, y al
comienzo del libro, cuando aún el lector no conoce a los personajes, tienen lugar dos escenas claves, que cobrarán
significado, una vez lo acabe: Tirso intentó en el pasado vengarse del padre de
Helena, por el daño que le había causado a ésta, y en el presente vuelve a
estar dispuesto a terminar el trabajo que dejó inacabado de adolescente.
Los valientes está narrada en tercera persona y en la mayoría de
las páginas se acerca al punto de vista de Tirso, pero también nos narrará el
pasado de Julia en la sierra de Cádiz o la importancia que tuvo para David la
escalada en su formación personal. Helena, David y Tirso han formado desde
adolescentes un triángulo amoroso: Tirso creció enamorado de Helena y ésta de
David, quien dejó embarazada a una chica y muy joven tuvo que empezar a trabajar
en la construcción.
Uno de los recursos estilísticos
que más llaman la atención de la prosa de Roberto de Paz es el de la
comparación. Continuamente en el texto la realidad descrita se compara con algo
más, lo que le dará a la realidad propuesta su tono sensorial. En más de un
caso estas comparaciones tienen que ver con el ámbito de la ciencia ficción,
género literario al que Tirso parece aficionado. Así el calor de Madrid es como
el de los desiertos de Dune, opina
Tirso. Y un poco después se dice: “A dejar la ciudad como una maqueta de
plástico achicharrada con un soplete.” (pág. 21). En la página siguiente
leemos: “Las pintadas que trepan por los muros como enredaderas.”, y “Sigue
caminando, y como si las aceras fueran cintas trasportadoras para acercarle de
manera imperceptible a su destino, cuando quiere reaccionar está a pocos metros
de casa.” En la misma página, Tirso ha pensado que se ha llegado a convertir en
el Alex de La naranja mecánica. Vemos
que en solo dos páginas podemos encontrarnos dos referentes muy claros de la
ciencia ficción: Dune y La naranja mecánica y además tenemos en
la novela ese detalle tan extraño para la biografía de un personaje que se ha
criado en Alcorcón: un padre astronauta y muerto en el espacio. El tono de la
novela es realista, pero no debemos olvidar estas pequeñas señales que se están
sembrando en el texto: como ocurre en las novelas realistas de Michel Houellebecq, el final de Los valientes (esas personas que han
descubierto que lo realmente valiente es huir) se adentra, aunque sea
mínimamente, en la ciencia ficción apocalíptica, y se une así –cuando uno ya no
lo esperaba- a la propuesta de otras obras del catálogo de Salto de Página
sobre el agotamiento de los recursos y la necesidad de la autosuficiencia.
Como lector, me resultaba
reconfortante reconocer casi todos los espacios físicos en los que Roberto
sitúa a sus personajes: cuando Tirso pasea por Callao, por ejemplo, y se acerca
a un quiosco, puedo ver exactamente de qué quiosco está hablando. O, lo que para
mí es aún más curioso, cuando habla de Alcorcón y de la estación de metro
Joaquín Vilumbrales, también conozco el lugar bastante bien. Quizás este
comentario no sea pertinente, o incluso absurdo, para un lector de fuera de
Madrid, pero lo que reconocerá seguro cualquier lector español es el trasfondo
histórico-social sobre el que la novela está escrito: los años del pelotazo y
los posteriores de la crisis: “Los compañeros de obra de David se empleaban a
fondo los fines de semana para dilapidar parte del maná que fluía del ladrillo.
Llenaban los centros comerciales, compraban alegremente coches que sus padres
sólo se habían permitido tras veinticinco años de vida laboral. España iba
bien, eran buenos tiempos y todo estaba a un simple movimiento de tarjeta de crédito.”
(pág. 97). “David se fija en el anuncio de la inmobiliaria y recuerda que no
hace tanto formó parte de esa locura colectiva.” (pág. 106). “Suelta el aire
despacio y durante varios segundos, sólo durante dos o tres, no más, se
descubre de acuerdo con la facción neoliberal que tanto detesta, con los mismos
que han dejado de ingresarle el sueldo, con los que perciben los servicios
públicos como un despilfarro intolerable, como algo cuya gratuidad amenaza la
viabilidad del sistema, incluso los valores del esfuerzo, del trabajo duro.”
(pág. 111)
Entre las personas a las que
Tirso ha de atender como trabajador social aparecerá Rudo, un anciano de más de
noventa años que le propone contratarle (sabe que Tirso escribe o al menos lo
hacía) para redactar su biografía. Rudo pone en contacto a Tirso (y más tarde a
David y Helena) con un grupo de personajes curiosos, el Club de los Oficios
Inútiles. Rudo irá contando su vida a Tirso, episodios que tienen lugar al fin
de la guerra civil española, en el Caribe o en Israel. Esto hace que la novela
se abra a más relatos, al estilo de las propuestas de Roberto Bolaño, y dé más colorido a las páginas de Los valientes.
Como posible punto flojo de la
narración podría apuntar que al principio, cuando las escenas saltaban de la
vida de Tirso como trabajador social, a las escenas claves de su pasado, y de
nuevo a las escenas del presente en que las que se hablaba de su relación con
su hermano, su madre o Helena, no tenía muy claro hacía dónde quería ir la
novela. Digamos que no estaba seguro de que Roberto de Paz hubiese planteado
una historia con una trama precisa que hiciera avanzar la historia -para el
lector- hacia una conclusión. Es cierto que leía el libro con agrado –está escrito
con un estilo ameno- pero ¿hacia dónde va
esta historia después de habernos presentado a los personajes?, me preguntaba.
Según me acercaba hacia el final, y habían aparecido sobre la escena narrativa
las historias de Rudo, todo comenzaba a cobrar más forma, y a tensarse los
hilos que podían haber estado hasta entonces un poco sueltos, y al final los
conflictos del pasado quedarán más o menos resueltos y la novela terminará
–como ya he insinuado antes- con un final sorprendente, siendo Los
valientes una narración agradable, levantada sobre los mimbres de
nuestro pasado más reciente, pero que indaga también en pasados más remotos y
nos adentra incluso en futuros aún más inciertos.