Hay un conocido "dilema" que muchas veces se ha planteado en charlas entre amigos, cenas y también en alguna entrevista que yo he visto en televisión. Es el de qué harías si encontrándote en el Louvre en medio de un incendio tuvieses que elegir entre salvar la vida de un gato o salvar la Gioconda; se pone como ejemplo la Gioconda pero supongo que podrá ser extensible a otra obra de arte universal como sería en El Prado Los fusilamientos de el 3 de mayo o, en caso de ser un individuo extremadamente fuerte, Las meninas. El dilema frente a qué preferirías que perdurase si una vida, un ser vivo, o una obra de arte. Yo no sé qué responder.
Lo cierto es que el arte puede plantearte, en cualquiera de sus manifestaciones, disyuntivas morales opuestas pero todas ellas convincentes o, por lo menos, "moralmente irreprochables". Al menos a mí sí me ocurre esto, porque no sería yo quien criticase al que de entre las llamas rescate al gato sacrificando la muestra del genio de Da Vinci, ni tampoco condenaría que decidiese dejar a su suerte ( una previsible muerte ) al gato para conservar tal obra maestra. ¿Relativismo moral? Puede. Seguramente sí.
Una de las nuevas manifestaciones del arte actual, al menos para mí, es la ficción televisiva. La de calidad. La que me hace cerrar un libro o no ir al cine para disfrutar de un nuevo capítulo. Cosas así me ocurren con Breaking Bad, que se acerca a su final el próximo domingo.
La serie trata, por encima de todo y en mi humilde opinión, de la decadencia moral del ser humano. Este es para mí el quid de la cuestión. Y para esto, como el recurso del político que asciende a las altas esferas o del personaje que alcanza la fama perdiendo sus raíces o sus principios está bastante trillado, el creador de la serie ideó alguien con una existencia relativamente normal. Más bien desgraciada. Lo que ocurre es que pese a su existencia triste el que no es un tipo corriente es su protagonista. Walter White es un brillante químico (fuera de lo normal) que no puede mantener con su escaso salario de profesor a su familia y costearse su tratamiento de cáncer (desgracia). Y qué ocurre cuando la genialidad y la desgracia se unen, que la normalidad estalla por los aires. Walter es un hombre inteligentísimo, lleno de recursos, tranquilo, frío y reflexivo. La triste vida que lleva no se la merece nadie, pero quizás menos una persona de la talla intelectual del protagonista. Es sin duda injusto.
Injusticia. He aquí el primero de los valores que plantea la serie. Eso es algo que el espectador percibe desde que tiene conocimiento de la valía profesional de nuestro personaje. No es justo que cobre tan poco, que necesite otro trabajo, que su hijo esté enfermo, que su cuñado lo trate como a un ser inferior y que su mujer cuestione casi todas sus decisiones. Esto es injusto. Sería más justo que Walter disfrutase de la posición que se le desea a las mentes brillantes: una posición económica desahogada y una autoridad notable; además de un seguro médico que le permitiese hacer frente a su enfermedad sin suplicar limosna a cambio de humillarse. Pero, ¿y si para llegar a esto el medio fuese fabricar droga? Sin duda lo rechazaríamos de entrada. Pero aquí entra en juego la estructura que te brinda la televisión y la capacidad de desarrollo que ofrece el que se trate de una serie y no una película. Simplemente consigue que te plantees por qué no, por qué no por un tiempo pequeño, por qué no solo hasta conseguir el dinero necesario... Empiezas a relativizar esos valores que creías absolutos.
Desde luego éste es uno de los primeros ejemplos que muestra la serie, pero durante las cinco temporadas va poquito a poco estirando y estirando el "chicle" que componen tus valores y principios haciéndote, sobre todo, reflexionar sobre tu propia catadura moral, sobre qué es posible que perdonases y hasta dónde comprenderías o tolerarías que lleguase un ser humano. Te descubres entendiendo un asesinato y viéndolo como la única opción para continuar, a veces incluso, aprobando un ajuste de cuentas cruel y sanguinario.
Este domingo se acaba la serie. En este momento no deseo ningún mal a los dos protagonistas: dos seres que han traficado droga y han asesinado a sangre fría. Los dos. Espero que el capitulo final me salve de esta distorsión y me devuelva al mundo de los blancos y negros morales, donde exista una tajante diferenciación entre el bien y el mal. Y permaneceré así hasta la próxima obra de arte.
Revista Comunicación
Sus últimos artículos
-
Reseñas de "Norte y Sur", "La solterona" y "Ritos Funerarios" mis tres joyas del otoño.
-
Reseñas de "Las pequeñas virtudes" y " Las mil y una historias de A. J. Fikry"
-
Reseña de La piedra de moler de Margaret Drabble y de La casa del páramo de Elizabeth Gaskell.
-
La primera.