Revista Cocina

Los vándalos del Parkour. ¡No hay derecho!

Por Robertosancheze

Son jóvenes, muy jóvenes. Llevan pantalones anchos, muy anchos. Incluso peinados raros, muy raros. Pero sobre todo se mueven mucho, muy mucho.

Lamentablemente, gracias al cerramiento mental globalizado, la alienación social y la cultura del juicio, también se les considera vándalos, muy vándalos. Con lo fácil que es comprender, como aconseja mi buen maestro Félix, que cuando apuntas con un dedo a alguien, otros tres apuntan hacia ti.

Desde cierta distancia, por un lado hasta puede ser comprensible, principalmente por dos motivos.

El primero, porque todos nos inquietamos cuando vemos algo diferente, muy diferente. La diferencia azota nuestro ego, nos hace dudar de nuestra identidad. Ver chavales saltando de muro en muro, haciendo equilibrios en barandillas y gateando por el suelo en plena calle no es algo muy habitual. En mi opinión, tal vez ya iría siendo hora de aceptar el nuevo paradigma de la libre diversidad, y desaprender los dogmas existenciales de la fábrica, los de la revolución industrial, ya anticuada, los del hombre máquina que lo hace todo igual que el resto de hombres máquina, obediente, sin molestar.

Y segundo, porque desafortunadamente una parte de la comunidad parkouriana está haciendo una inadecuada difusión de esta disciplina, transmitiendo una visión demasiado alejada de los principios del Método Natural de Hébert, abusando de las ego-demostraciones, los movimientos de fantasía y, más que nada, el riesgo injustificado. Todo esto sobra, y provoca, con razón, ciertas acusaciones y rechazo.

Yo, a mis 34, ya no soy tan joven, ni llevo pantalones tan anchos, ni me peino tan raro, ni he llegado a tiempo para moverme tan y tan bien, por desgracia.

Pero de todas formas, con los “peligros” que supone, decidí liberar mi mente y acercarme a estos “incívicos, gamberros y vagos” que sólo piensan en pasárselo bien.

Qué suerte la mía. Anda que si se lo pasan bien. Y lo que me han enseñado, y lo bien que lo hacen. Ojalá me hubiera cruzado con alguno de ellos a mis 14. Puede que me hubiese ahorrado los más de 100 kilos que pesaba a mis 21.

El caso es que de vándalos, de perros, de inconscientes y de maleducados no tienen nada de nada.

Bueno, lo último un poquito sí, para su suerte. Al menos ellos no siguen la educación de una buena parte de sus contemporáneos sedentarios, la del apoltronamiento en el sofá videoconsola en mano, la de la clausura a la luz de un fluorescente, o la del botellón del viernes por la tarde.

En fin, decía que no hay derecho. Obviamente no iba por ellos, sino por el resto. No hay derecho a que, como mínimo, uno no trate de conocerles y escuchar lo que tienen que decir antes de juzgarles. Así que ruego:

  • Tengan claro que no quieren romper nada. Piénsenlo bien; si lo hacen, se quedan sin donde jugar, practicar, moverse.
  • Déjenles hacer. Claro, siempre que no se pasen y no molesten –como en todas partes, también hay algún descerebrado suelto, créanme, excepciones.
  • Anímenles. ¡Son jóvenes con iniciativa! ¿No queríamos eso? En vez de zombies semi-muertos sedentarios que no se mueven ni que les maten, ni física ni mentalmente, estos chavales hacen ejercicio, forman tribus humanas la mar de sanas y se preocupan muchísimo, de veras, por el bienestar social. Deberían oírles hablar y conocer su filosofía de vida.
  • ¡Y únanse! Sin miedos, sin vergüenzas y sin tonterías. Probablemente su forma de moverse es la más coherente con nuestra naturaleza evolutiva, adaptada al contexto actual. El parkour no es sólo para saltimbanquis; es para todo el mundo.

He aquí una muestra del grandísimo trabajo que están haciendo, humano, social y cívico. No se lo pierdan:

http://youtu.be/UVU5ORNXb-E

 

Los vándalos del Parkour. ¡No hay derecho!

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