Revista En Femenino

¿Los vengadores? No… ¡mis hijos!

Por Morochaurbana @morochaurbana

    Un anciano dicho que anda pululando por ahí,  por vaya a saber qué cantidad de tiempo,  estima que: la venganza es el placer de los Dioses.  Viendo las cosas a esta altura del partido después de ser madre por 16 años ya, y…es un concepto discutible.  Porque o a mis hijos le gusta mucho el placer de vengarse y vengar a su hermano/a frente a terceros, incluida la madre o son Dioses en potencia y chiquitos, vaya a saber una: madre sin niñera, de qué Olimpo,  y nunca me di cuenta de ese pequeño, gran, detalle.  Que la venganza, es un plato que se come frío, es otro dicho que se anduvo diciendo por ahí y por años de los años amen, tampoco es un detalle que les espante el sueño.  Porque la venganza para ellos es como un efecto retráctil.  Cientos de deseos vengativos se le acumulan y los ejecutan ipso facto.  No son ideológicos del todo, son viscerales del todo, lo cual por un lado es mejor y por el otro lado proporcionalmente peor.

   Como los chicos y las mujeres van primero, según la regla de los naufragios, y mi hogar dulce hogar dos por tres, parece uno, procedamos a investigar los instintos vengativos del benjamín.  Y se va la primera: él es de aprovechar y usufructuar al máximo los superpoderes que da ser el chaperón obligado, por la madre, de su hermano; son inseparables y yo incentivo de lo lindo dicha cuestión con animosidad irreversible.  Puede cobrar en especias repartidas en: cuánta golosina salga a la venta de ultisimo modelo.  Con tal de no contar con lujo de detalles el primer beso de su hermana mayor.  Como él es modelo 2003 todo lo que sea pre 2003 es para él, antiquísimo.  Por ende y para él, su hermana y las cosas de su hermana, sobre todo, tienen el increíble encanto de lo obsoleto y por ende son pausibles y primeras en su lista para manotear, saber como funciona y etc.  No se salvan ni los labiales de la hermana mayor, que a su vez hurtó de la cartera o botiquín de su propia madre, ni la última lapicera y mucho menos el lápiz portaminas.  El diario de su hermana ejerce sobre él un hipnotismo increíble e irresistible.  Y ella al evaluar las hojas garabateadas en rojo sangre sucumbe al grito de guerra: mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa, voy a matar a tu hijo y no me vengas a recordar que es mi hermano porque hago dos por uno y amatso a los dos.  (¿Olvidé mencionar que es hija de tanos? ¿Y que eso puede influir en su inflamable carácter?).  Cuando está en caprichoso puede serle de suma utilidad un a tiempo y forma: cuando vuelva de trabajar mamá voy a contarle todo lo que hiciste con tu amigo en el día.  Por supuesto, jamás de los jamases logra terminar la frase.  La hermana ya está haciendo números y restas a ver cuánto sale la última porquería del merchandise de la última película en tres D, recién estrenada y si no le dan las cuentas para qué, agarrate Catalina y mejor no te sueltes.  El puede esgrimir un: peligrooooooooooooooo, hermana a la vista.

   Afecta a los dichos, tampoco puedo evitar citar el de: el zorro sabe más por viejo que por zorro y obviamente, aclarar que ella lo ejecuta a la perfección.  La diferencia de edad juega a su favor.  Porque y por ende a la hora de vengarse, ella tampoco se queda muy atrás que digamos.  Sobre todo cuando no se le mueve un pelo  a la hora de decir, por ejemplo, “si no juntas rápido los chiches la llamo a mami al celu y le cuento así no te trae lo que te prometió, bajo juramento de que te ibas a portar bien”.   El otro que todavía no asimila que parte de portarse bien es juntar los juguetes exige la explicación pertinente y ahí se arma la de Troya, roma y toda la acrópolis junta, sin la bendición de la madre que vuelve cansada y ve la escena de los hermanos macana, ya se auto constituye junto a los dos en los tres chiflados y esta pensando, seriamente, en pagar un viaje a las estrellas y por las dudas no insiste en mirar demasiado fijo la situación, no vaya a ser que hallé al Dr. Spook en cualquier rincón de su casa, con su parca seriedad y sus orejas puntiagudas porque es lo único que imagina que le falta.  Otro item importante a la hora de coleccionar venganza fabricadas por los hermanos es: la clásica: “o me acercas el vaso de coca o te sustraigo el último chiche de tu colección”.  Pero si está más cerca de ti que de mi, le grita el hermano en el colmo de lo último de paciencia que le queda, después de convivir horas vacaciones con la hermana.  Si, pero quiero que te levantes vos, no yo; que soy la más grande, le contesta ella, esgrimiendo el escalafón de reparto y trifulca en puerta.  Yo lo único que ruego es que no muera el último vaso, que no es irrompible ni a prueba de hijos y por supuesto no se lastimen entre ellos.  Pero tienen una puntería perfecta para evitar daños colaterales y solo se pegan con lo que no puede romperse ni romperlos a ellos, tienen un instinto de supervivencia a prueba de todo y a prueba de madres también.  Un chancletazo teledirigido es más que oportuno.  Y una buena amenaza a tiempo es argucia más que eficiente para dar por terminado el entuerto.  Lástima que a veces es demasiado tarde para lágrimas y entre venganza y vengadores alguno o todos salimos empacados peor que mula, vea ud.  Aunque no podemos estar tanto tiempo enemistados, hacemos las paces y reanudamos el diálogo como los “chanchos” hasta la próxima venganza y la amenaza al estilo vendetta: “la venganza será terrible”.  En fin cosa de hermanos.  Pst. Que nadie es perfecto, che.  ¡Qué tanto! No por nada dicen que en toda familia se cuecen habas.  Que cada familia es un mundo y ni que hablar cuando hay hermanos, todo es posible en la dimensión descocida en las que no toca vivir.  Ah y a esas alturas mejor que ni se me ocurra murmurar: los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera, porque me mandan a vacacionar con el gaucho una temporadita a ver si se me pasa…

 

  


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