En general a las mujeres les cuesta mucho dejar de hacer las cosas. Quién sabe si por inercia, por miedo. O por ambas cosas. Dejar relaciones, dejar trabajos. Cuando una mujer decide poner fin a una relación –oh, amigo- está Ud. realmente jodido. Créanla cuando les dice que no hay nada que rascar. Porque cuando usted ha estado enrocado en su posición de cigarra decisional, la hormiga atómica ha tomado la decisión por usted, por todos sus compañeros y por ella primero.
Según los expertos, cuando una fémina decide romper una relación sólida lleva, al menos, dos años y medio dándole vueltas. A veces, quererse mucho no es suficiente. Y es necesario soltar. Es doloroso, sí, pero nadie pondrá objeción alguna. “Has hecho lo mejor”, le dirán.
“Love it or leave it” (ámalo o déjalo) estarán hartos de escuchar. Esta nueva ola neonewage, a la que se ha subido, lo inunda todo. Los cartelitos con frases molonas colapsan los muros de Facebook con frases inspiracionales. Estos muestran un universo paralelo donde todo es bello y los unicornios pastan gominolas.
Pero ¿qué ocurre cuando una ama algo y ha de dejarlo marchar, como un trabajo que le apasiona? Las reacciones no son las mismas, la empatía desaparece. En un contexto de crisis generalizado, hacer algo así carece de justificación aparente.
De eso precisamente habló Karen Kolleris Reuther, la reputada directora creativa que ha trabajado para marcas planetariamente conocidas, en la jornada TEDxBerklee Valencia de hace unos días. De llegar al punto donde una siempre ha soñado estar, de disfrutar, crecer y marchar cuando se está lista de nuevo. Para volver a empezar. Ya saben lo mejor está por llegar.
Les deja. Su unicornio es insaciable. De gominolas, dice.
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