El 21 de julio de 1985, un hombre extremadamente delgado y demacrado se desplomó en el vestíbulo de un lujoso hotel parisino. Varios hombres presentes se apresuraron a socorrerle, y le dieron la vuelta con sumo cuidado. El hombre respiraba con dificultad, y el deterioro físico que mostraba (los rasgos hundidos, la mirada perdida) hacía casi imposible reconocer al que había sido una de las más grandes estrellas de Hollywood. Se llamaba Rock Hudson, y cuatro días después su nombre ocuparía todos los periódicos del mundo, poniendo rostro al hasta entonces poco conocido SIDA. Moriría en octubre, tan solo unos meses después, afirmando «No estoy feliz por tener SIDA, pero si esto puede ayudar a otros, al menos puedo saber que mi propia desgracia tuvo algo positivo«.
También en 1985, y a propósito de su inclusión en la banda sonora que había compuesto Giorgio Moroder para la banda sonora del clásico de cine mudo, «Metrópolis», la canción «Love Kills«, firmada a medias con el afamado Freddie Mercury fue nominada en la edición de los famosos premios Razzie (ya sabéis, aquello de los «anti-Oscar») en la categoría a la «Peor Canción Original». Otros de los nominados fueron Dolly Parton (quien se alzaría finalmente con la victoria -es un decir, en aquellos años todavía no se ha puesto de moda aquello de ir a recoger el antipremio con una muy deportiva sonrisa- gracias-a/por-culpa-de su canción «Drinkenstein«) o el mismísimo Prince, por (ahí es nada, era parte de la banda sonora de la veneradísima BSO de «Purple Rain») la canción «Sex Shooter«.
Más allá de la cuestión del arrojo mostrado por los organizadores de estos curiosos galardones al nominar a artistas de semejante talla (quizás no fueron los mejores años para la Parton, pero la carrera de Mercury estaba precisamente en su punto más álgido, con Queen encumbrados como una de las bandas más importantes del planeta , y lo de Prince con «Purple Rain» es simple y llanamente Historia de la Música), la canción tuvo un éxito relativo, si consideramos que el estilo (high energy o Hi-NRG, como era conocido desde su surgimiento a finales de los 70) vivía precisamente sus días de gloria, casi coincidiendo en el tiempo con la publicación de cumbres del género como «High Energy» de Evelyn Thomas, o el despegue de los productores Stock Aitken & Waterman: fue top 4 en nuestro país y top 10 en el Reino Unido, pero en el resto de las listas internacionales tuvo un impacto bastante menor.
La canción, publicada un 10 de septiembre de 1984, estaba acreditada a Moroder y Mercury, aunque lo cierto es que el tiempo se encargaría de demostrar que otros miembros de Queen andan por ahí: en el año 2000, Brian May reconocería como suyo el solo de guitarra, y por lo que se ve la programación fue obra de Roger Taylor. En 2019, las notas que acompañaban la edición del boxet recopilatorio «Never Boring» acreditarían también la participación de otro componente de la banda, el bajista John Deacon.
Para Queen, como banda, la cosa tenía poco de novedad, en realidad: en 1981 se habían encargado de la banda sonora de la fallida pero loquísima «Flash Gordon» de Dino de Laurentis, y su relación con el cine aún conocería episodios gloriosos como su participación en la exitosa «Los Inmortales», pero para Mercury, «Love Kills» tuvo más importancia de lo que a simple vista podría pensarse. En primer término, porque para él significaba su primera publicación en solitario después de muchos rumores sobre el futuro de la banda, que desembocarían finalmente en su debut de 1985, «Mr. Bad Guy«. En segundo lugar, la canción suponía una ruptura total con el estilo al que el de Zanzíbar era asociado (el muy teatral rock que con tanto éxito dispensaban los Queen) para presentar un sonido que había encontrado su mejor nicho de mercado en la comunidad gay que frecuentaba las discotecas, auténticos reductos de libertad para un colectivo que veía muy limitada su capacidad de expresarse de forma pública. La cosa tiene su miga, tratándose como es el caso de un artista que en ningún momento de su vida había hecho pública su condición de homosexual, y que en todo momento había sido entendido por la sociedad, más como un icono del rock proclive a los excesos y la teatralidad que como el abanderado de ninguna causa.
Pero en tercer lugar, está la cuestión de la particular personalidad de un artista terriblemente tímido en la esfera privada, ya que como muy bien señala Martin Aston, autor de «Breaking Down The Walls Of Heartache: How Music Came Out»: «Con Freddie Mercury, todo se trata de subtexto«. A fin de cuentas, hablamos del compositor de una canción convertida en un hit mundial (me refiero ahora a «Bohemian Rhapsody«) que no pocos expertos en la figura de Mercury -su biógrafo, Lesley-Ann Jones o el letrista Tim Rice entre ellos- señalan como su codificada «salida del armario». ¿Es tan descabellado pensar por tanto que la letra de «Love Kills» pudiera ser interpretada desde la óptica de un artista -y un mundo- en convulsión por la irrupción de la epidemia del terrible SIDA y el miedo a su propagación? Más áun tratándose de un artista perteneciente – de forma no manifesta, y eso es importante- a un colectivo estigmatizado por la enfermedad como era la comunidad homosexual que empezaba a llenar los cementerios. Un simple análisis de la letra del tema apunta que esta interpretación podría no ser del todo errónea:
«Love don’t give no compensation
Love don’t pay no bills
Love don’t give no indication
Love just won’t stand still
Love kills, drills you through your heart
Love kills, scars you from the start
It’s just a living pastime
Ruining your heartline
Stays for a lifetime won’t let you go
Cause love (love) love (love) love won’t leave you alone
Love won’t take no reservations
Love is no square deal
Hey love don’t give no justification
It strikes like cold steel
Love kills, drills you through your heart
Love kills, scars you from the start
It’s just a living pastime
Burning your lifeline
Gives you as hard time won’t let you go
Cause love (love) love (love) love won’t leave you alone
Hey love can play with your emotions
Open invitation to your heart
Hey love kills
Play with your emotions
Open invitation to your heart to your heart
Love kills love kills
Hey hey
Love kills (love kills)
Love kills (kills kills kills)
Love can play with your emotions
Open invitation
Love kills, hey, drills you through your heart
Love kills, scars you from the start
It’s just a living pastime
Ruining your heartline
Won’t let you go
Love kills, hey, drills you through your heart
Love kills, tears you right apart
It won’t let go it won’t let go
Love kills, yeah«
Podría ser una simple lectura, forzada a la luz de los hechos acontecidos en aquella época convulsa (y ahora es cuando me remito al tremendo impacto que la revelación y posterior muerte de Hudson tuvo en el mundo entero), pero serán hechos concretos en la biografía del propio Mercury los que en mayor medida apunten esta posibilidad:
En primer lugar, está el hecho constatable de que en enero de 1984 es el propio Mercury quien llama a Moroder, quien por entonces ya andaba trabajando en su proyecto para componer una banda sonora para la afamada película muda de Fritz Lang, y le puso por teléfono una primera versión del tema. El productor se mostró entusiasmado por lo que escuchó, hasta tal punto que se puso en contacto con Pete Bellote, el que había sido su estrecho colaborador en la gestación de grandes éxitos de Donna Summer como «Hot Stuff» o «I Feel Love«, con objeto de que les echara un cable, dada su experiencia como letrista. Pues bien, existe constancia de que Mercury se mostró insatisfecho con la idea de que fueran otros quienes finalmente remataran la letra de la canción, y así se lo trasladó a Moroder, de forma que serían finalmente ellos dos, reunidos en los estudios de Musicland en Munich (ciudad en la que residía Mercury en aquel momento), quienes acabarían acreditándose como autores de la misma. La implicación directa de Mercury en la composición de esos versos está por tanto demostrada.
Otro segundo dato que apunta hacia el especial pavor que tenía Freddie Mercury a la enfermedad, para la que en aquellos años no existía cura y cuyo diagnóstico equivalía a una muerte segura, lo daría el que durante muchos años fue su secretario/amigo/no-se-sabe-bien-qué Paul Prenter (retratado como un auténtico villano en la película «Bohemian Rhapsody»). En 1985, y tras discusiones surgidas en el seno del grupo acerca la mala influencia que estaba significando para el líder de la banda la compañía de Prenter, el propio Freddie Mercury decide alejarse definitivamente de él, provocando una reacción de despecho: no transcurrió mucho tiempo para que Prenter empezara a revelar a la prensa sensacionalista datos de la vida privada del cantante, abundando en los detalles más sórdidos y afirmando que Mercury, incapaz de irse a dormir sin un hombre en su cama, se había acostado con cientos de hombres y tenía pavor a la posibilidad de contraer el SIDA. (Curiosamente, sería finalmente él el primero en morir por complicaciones derivadas de esta enfermedad: falleció en agosto de 1991, anticipándose en tan sólo cuatro meses a la muerte de Mercury por idéntico motivo).
Un nuevo dato nos lo da Mark Langthorne, coautor de «Somebody to Love: Vida, muerte y legado de Freddie Mercury» y conocedor, no sólo como biógrafo sino como también como fan, de múltiples detalles de la vida personal del artista. En una reciente entrevista afirmaba que no sería descabellado pensar que los primeros síntomas de la presencia de la enfermedad se dieron mucho antes de su muerte, y muy concretamente se refiere a una célebre actuación en el programa de televisión Saturday Night Live en septiembre de 1982, en la que la voz de Mercury da señales evidentes de encontrarse en baja forma. Si eso fuera así, equivaldría a afirmar que, quizás aún sin un diagnóstico claro, el cantante convivió con la enfermedad durante casi una década, lo cual daría un nuevo enfoque, tanto a muchas de sus decisiones personales como a sus propias canciones. Dado el particular sistema de desarrollo de la enfermedad, en el que una persona podía sobrevivir durante un tiempo como portador del virus sin que este llegara a activarse como enfermedad, resulta difícil dilucidar si esto fue así o no, y de cualquier forma la hipótesis del biógrafo contrasta con la versión dada por el peluquero y estilista Jim Hutton, pareja de Mercury durante sus últimos seis años de vida, según el cual Mercury decidió hacerse la prueba de detección de VIH en la Pascua de 1987, después de que dos de sus antiguos amantes falleciesen a causa del sida: los análisis corroborarían los peores presagios. Pero para Langthorne, asumir que Mercury fue consciente de su enfermedad, o que al menos vivía bajo un intenso miedo a la misma, nos ayuda a comprender al cantante de forma diferente, como una persona que ve el mundo, su vida -y posiblemente su propia muerte- desde la óptica de la infección:
«Afirmó que le diagnosticaron VIH/SIDA en 1987, pero cuando te das cuenta de que, de hecho, probablemente se infectó cinco años antes, ves a una persona diferente de la que creías ver. Ves a una persona peleando«
¿Era consciente Mercury de su enfermedad entonces? A la luz de estos hechos, la respuesta no está clara, pero la posibilidad es cierta y la tesis de Langthorne parece encontrar apoyo en la letra de «Made In Heaven«, publicada apenas unos meses después de «Love Kills«, ya como segundo sencillo de «Mr. Bad Guy«(1985):
«I’m having to learn to pay the price
They’re turning me upside down
Waiting for possibilities
Don’t see too many around«
En 1992, un año después de morir Freddie Mercury, su compañero de banda dio a conocer el tema «Too Much Love Will Kill You«, inicialmente previsto para su disco «The Miracle«, pero finalmente excluido del album por cuestión de derechos de propiedad. Lo cierto es que la canción había sido compuesta por May en 1989, después del dolorosísimo divorcio entre May y la que había sido su esposa, y mucho antes del fallecimiento de su compañero de banda y amigo, (¡quien incluso había llegado a grabar una versión no publicada del tema!). Pero el mundo no había escuchado esta canción hasta que el guitarrista de Queen la interpretó dentro del concierto y tributo póstumo al fallecido frontman de Queen: cosas que tiene la vida, absolutamente todo el mundo interpretó su letra como un sentido homenaje al llorado e irrepetible Freddie Mercury.
N. d. A: De acuerdo, es sólo una teoría, pero para mi tiene todo el sentido del mundo. Para más chismes sin fundamento y teorías conspiranoicas del Sr. Helvetica, por favor hagan click aquí.
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