Loving Vincent, por otra parte, es una película fascinante. Se pidió a 125 artistas que replicaran los óleos de Van Gogh. Se crearon más de 60.000 fotogramas en los que se exponen convicentemente (no es un chiste fonético) los trazos de muchas de las 800 obras que pintó. No interesa mucho la vida del pintor, su locura. Lo de menos es que se quitase de en medio con un disparo y muriera en la soledad de una habitación alquilada, sin comprender (quién sabe) las razones de su desencanto, el que convirtió en otra cosa, en luz, en su pintura. Dorota Kobiela y Hugh Welchman dirigen la cinta, la miman, la hacen un viaje al fondo de la naturaleza artística.
La siestaQue La siesta, una de las pinturas que más conozco, sea o no una historia no depende de otro factor que el aportado por quien la mira. Se puede pensar en la pintura, en lo que no dice y, sin embargo, pudiera andar por ahí, no oculto, sino disimulado, a la espera de que alguien lo capte y se intrigue. La literatura es intriga por encima de cualquier otra consideración. Intriga y belleza y dolor, todo juntamente.